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Relaciones diplomáticas

13/10/2024@21:21:00

Estuve en Méjico por primera vez en 1974 para asistir al Congreso del Instituto Hispano-Luso-Americano Derecho Internacional, en el que fui elegido miembro de esa prestigiosa Asociación. Asistí a los actos conmemorativos del Día Nacional celebrados en el Palacio presidencial, donde contemplé los gigantescos frescos de Diego Rivera, tan maravilloso desde una perspectiva pictórica, como execrables desde un punto de vista histórico. Escuché el grito de “!Abajo los gachupines!” y otras lindezas contra España. México es el país más hispanizado de América, y ha heredado -junto a muchas de las virtudes hispanas- el lamentable espíritu cainita español. Pude comprobar el contraste entre la animosidad hacia España y lo español de la clase dirigente del Partido Republicano Institucional, y el afecto y cercanía del pueblo llano, la mezcla de amor y odio de sabor agridulce, junto con el menosprecio por, y el silenciamiento de, la etapa del Virreinato, y la artificial exaltación de un falso indigenismo.

En octubre de 1972 el ministro español de exteriores Gregorio López Bravo y el viceministro de exteriores chino Oiao Guanhua iniciaron los primeros contactos que culminarían con el establecimiento oficial de relaciones diplomáticas el 9 de marzo de 1973, con gran sorpresa para muchos, por el régimen franquista, caracterizado por un férreo anticomunismo. Años donde era muy modesta la presencia internacional de empresas españolas en una China que se estaba empezando a abrir en el mundo exterior.

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