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Manuel Lopezneria Fernández

05/09/2024@07:47:00
Publicamos un nuevo relato del escritor mexicano Manuel Lopezneira Fernández.

En el ocaso de la vida, ahí, en el frío suelo, ante la mirada lacónica de mi estirpe, escuché más gemidos y más lamentos... ella también había partido. Atónito, con los últimos de mis alientos, escuchaba como si me alejara, como si rápido caminara y los sonidos e imágenes fueran menos diáfanas.

En lo alto de esas pequeñas colinas, en un mar rojo de arena alrededor mío, donde el carmín se reflejaba en el cielo entero y la nostalgia azotaba en cada rincón. Sí, después de 4 años de batallas, fuego, decesos y penurias, ahí estaba yo, buscando comida en lo que alguna vez fue uno de los mejores lugares de todo el sur.

En ciertos mundos imaginarios, en lo etéreo, en sueños, te busco, pero no te encuentro. Mi soledad en esta ínsula, privada de tu perfume, me atormenta en la más mínima sobriedad. Los aciagos atardeceres color cobre alumbran tu rostro allá, en el alto Urano, de manera celestial, sin poder alcanzarte, sin poder tocarte.
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La victoria sin triunfo o el cuento del héroe (Herácles)

¡Lo derroté! ¡Lo derroté! gritaba con júbilo al ver sobre el río, tirado, a aquel rey con cuerpo de caballo, pero torso y pensamiento de humano. No paraba de insultarme, mencionando a todos los númenes olímpicos que pudiera mencionar, no obstante, su servidor ignoraba la mayoría de los insultos proferidos por aquel bestial ser, haciendo caso omiso a sus ignominias, probablemente porque no era la primera vez que había derramado el carmín líquido, me había vuelto una Moira.

Después de varias órbitas de la madre Gea al dios luminoso, pude ganar la batalla, librarme de ella. No sin ayuda. Bóreas sopló fuerte para que mi barca fuera poco a poco librándose del enredo que producen las grandes serpientes. Su forma de fémina seguía tentando no solo mis mundanas necesidades, sino mis más honestos sentimientos. Para no caer en ello, una venda en mis ojos ayudaron a que mi barca navegara, hasta que llegué a un río calmo, casi puro, cristalino, sin rastro en lo físico de alguna de las cabezas que tanto lidié contra la Hidra. Me percaté que 7 años más viejo mi ser era.

Hoy no hay lugar para nosotros. Y andaba, después de 10 años perdido en ese gran barco, lleno de aventuras, ninfas e hijas de titanes. De las ya muy mencionadas sirenas, del cómo nuestro jefe pudo contra ellas y cómo regresó a su tierra para recuperar su reino.