El hombre, para no sucumbir ante el voraz azar, debe ser leal o a sí mismo o a otros, o al menos a una idea que no dependa de circunstancia alguna. La lealtad es una idea que el tiempo, rico en accidentes, llena de significados. Los múltiples modos de interpretar las palabras que usamos para comunicarnos matizan nuestro lenguaje, tanto, que a veces poetiza y prosifica. Poetiza para captar lo alto, sentimientos categóricos, es decir, fundamentales, ocultos, y prosifica para signar lo más bajo, las cosas, que son murallas que esconden utopías.