En las páginas iniciales del último libro que piensa escribir en su vida (La peor parte. Memorias de amor), con sinceridad evidente, Savater dice de sí mismo: “Por modesto que sea sin duda mi talento, soy escritor, no un junta letras aficionado”. “Escritor menor, incluso un escritor menor… de segunda fila”. Lo hace sin falsa modestia y con la intención explícita de ponerse la venda antes de la herida, pues la cima que se ha propuesto escalar no es precisamente para alpinistas aficionados: escribir doscientas treinta páginas de amor y lágrimas sin caer en la cursilería. Pero es que “cuando se es escritor, ¿puede uno conformarse con llorar?”