David, o Currete, como le llama su cuidadora, la sorda Emérita, cree que no había mayor desarraigo que el de seguir a su madre de pueblo en pueblo, una madre maestra muy ocupada que encima no era solo suya, sino de todos los niños del lugar. Así, en la carrera por un trabajo cada vez más cercano a la meta soñada, que es Madrid, Pedro Simón nos relata con mucha nostalgia y a través de la inocencia de los ojos de un niño, la vida de una familia de clase media que viene del hambre del abuelo y con sus ganas de pasar página, pero también de sus ganas de que aprendiéramos a leerlas.