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Cien años de soledad

Ed. Pandora, Sevilla
28/04/2024@16:16:00
Una idea editorial que tenía prevista la conjunción de la obra Cien años de soledad del genial escritor colombiano Gabriel García Márquez con la brillantez gráfica del pintor, humorista gráfico, ilustrador y dibujante asturiano Alfredo González. Finalmente, la celebración de la amistad, la admiración y respeto de una obra gráfica única, el concepto editorial de cuerpo y alma a lo paradójico, al permanente movimiento y cambio, a proyectos “dulces y brutales”, desembocan en un oxímoron perfecto que da nombre a la colección, Qué dulce brutalidad.

El escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez tuvo una hija ilegítima, un secreto celosamente guardado por sus allegados, que ha sido revelado el pasado lunes, ocho años después de su muerte, en un artículo de la prensa colombiana.

Desde hace un par de años, no puedo evitar una punzada de tristeza cada vez que me detengo ante cualquier quiosco y observo como las antes sólidas pilas de diarios, no son ahora sino unos desmerecidos montoncitos con apenas siete u ocho ejemplares por cabecera.
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Hay infinidad de causas que merecerían una segunda lectura, pero no voy a ser yo la imbécil que se rompa los cuernos con disquisiciones prolijas y abstractas que no llevan a ningún sitio. Salvo que me sienta concernida, como en este caso. Hablábamos hace una semana de “Best sellers como churros” y tengo una interesante precisión qué aportar. No pienses que voy a matizar o suprimir ningún detalle de mi argumentario. Al contrario, añadiré un concepto sorprendente con una cierta carga de profundidad metafísica.

“Cien años de soledad” cumple medio siglo

La novela de García Márquez inició una nueva era en la literatura hispánica


El viaje que Gabriel García Márquez hizo a los 23 años con su madre para vender la casa familiar de Aracataca tuvo el efecto de un huracán en la memoria del escritor colombiano. Fue a partir de aquel momento cuando decidió volver la mirada a su pasado y al de su familia. A la figura de su madre, Luisa Santiaga, la joven que se casó con el telegrafista de Aracataca contra la voluntad de sus padres; a la del abuelo Nicolás Márquez, aquel militar reconvertido en artesano que hacía pescaditos de oro, siempre a cuestas con el resentimiento de haber matado en duelo a su amigo Medardo Pacheco; a la de su hermana Margot, que de niña comía tierra del jardín de aquella casa y a las de sus once hermanos legítimos y otros nacidos de relaciones extramatrimoniales de un padre mujeriego; a los amigos y a las mujeres que enriquecieron sus pasiones… Con todo ese bagaje creó García Márquez una literatura que parece fruto de una imaginación fantástica pero que se nutre básicamente de su memoria.