Las malas lenguas, por malas, por viperinas, se equivocaban. No era cierto eso de que el hombre había tenido tanta buena suerte. En cuarenta años de desgaste en loterías, tragaperras y promociones, sólo le había tocado una vez El Gordo (y hacía ya más de veinte años), y el sorteo de los dos mil euros mensuales para toda la vida de Nescafé.