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Angélica Liddell

18/09/2024@07:07:00
¿Qué hay más vulnerable que mostrarnos desnudos ante los demás? En este caso, no se trata de hacerlo por puro exhibicionismo, sino con la intención de arrancarnos el corazón y mostrárselo a los otros sangrante en nuestra mano. Quizá lo hagamos por el miedo ante la muerte, o por el pánico ante la decrepitud de nuestro cuerpo o nuestra mente: «Sigo trabajando para no perder la razón de puro terror».

Juan Goytisolo, en su obra España y los españoles (editada por Lumen en el año 1969) cuando habla de Hermingway nos dice que para él la interpretación de las corridas de toros son un acto, fundamentalmente de orden religioso, cuando un hombre (el torero) se rebela contra la muerte, porque en ese acto asume el tributo divino de dispensarla, haciendo del torero un émulo de Dios.

Vivir desde la propia muerte, y de ese modo, construir un universo telúrico, rompedor, punzante, autodestructivo y a contracorriente de uno mismo y de los demás. Azotes fabricados de palabras. Léxico amordazante como la más pesada de las cadenas. Solo te hace falta morir en la plaza no va de arrodillarse ni de resignarse.

Angélica Liddell publica "Guerra interior", una obra en la que sumerge al lector en un lugar de culto, de rito purificador, de búsqueda incansable del amor más puro. Editado por La uÑa RoTa, Guerra Interior es un recorrido en el que se experimenta furia, éxtasis, aflicción, pero también belleza y júbilo porque, como escribe la autora, «la culminación del amor es la risa».
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Las manos que lo sustentan todo: el cuerpo y el alma. Esas manos que nos muestran el camino. Manos que recogen aquello que se nos anuncia que es imprescindible. Manos-mundo, y cuenco, y cascada que lo purifican todo: la vida y la muerte. Manos sobre fondo negro. Negro de luto y misterio. De bilis negra. De humor negro. De melancolía antigua. Manos-soporte de la esclavitud del cuerpo y la voluntad.

El mundo bajo una cúpula negra que cobija a la muerte. El mundo y la muerte encriptados bajo un simbolismo chamánico, espiritual, religioso... Y, bajo esa cúpula negra que representa el mundo, el silencio atronador del folclore, de las tradiciones más ancestrales, de la búsqueda del amor después de la muerte. Una costilla sobre la mesa: madre es el teatro de la contemplación.