Cuando él entró, las brujas quedaron horrorizadas y estupefactas al verlo. Se hizo un silencio total en la cueva. Su figura quedó iluminada por una de las antorchas que habían colocado a la entrada y que proyectaba su sombra sobre las rocas, aumentando su efecto grotesco. Su caminar era lento, su posición encorvada, sus brazos le colgaban del cuerpo inclinado, arrastraba los pies, y en su espalda, casi horizontal, llevaba un pollo vivo con sus patas atadas, que aleteaba de vez en cuando. Las brujas que estaban encendiendo el fuego para preparar el bebedizo, se levantaron y quedaron de pie inmóviles.