La piedra de Sísifo en su improbable equilibrio
Piel de Zapa, 2024. 147 páginas
17/07/2024@21:45:00
Esta novela se construye con fragmentos de memoria que se dirigen a un todo, a una completa totalidad de la memoria, a pesar de su improbable consecución; son fragmentos, retazos de voces narradoras, ni siquiera el autor sabe cuántas («no sé cuántas voces están contando esta historia» pág. 121), retales de sucesos narrados o recordados, como los que componen y recomponen un viejo cobertor, porque, al final, todas la historias son la Historia y todas las voces son la Voz y porque, tal vez, no haya otra forma de hacer lo que Alfons Cervera pretende hacer, conducirnos, desde la distancia y la perspectiva adecuadas a la final contemplación del gran y desolador mosaico de nuestra historia colectiva fundada, por lo general, en la violencia vengativa y aniquiladora de los vencedores y en el silencio y humillación de los vencidos (un miedo cerval que hunde sus raíces en un pasado del que todavía hay testigos y que, aún hoy, los herederos de los asesinos pretenden perpetuar).
El festival cultural del Valle de Arán, que se celebrará entre el 6 y el 11 de septiembre, se potencia con nuevas incorporaciones y se abre a otras disciplinas artísticas como la fotografía, el teatro o la ópera.
De pronto he descubierto que escribir sobre un amigo se me antoja tan embarazoso como hacerlo sobre mí. Y más, tratándose de un tipo tan generoso como Alfons Cervera. Por supuesto, me queda el infalible recurso de emboscarme tras el engaño y, además, intuyo que si lo hiciera —que si me meciese sobre el sinuoso vaivén del embuste—, hasta puede que resultase más ameno cuánto quiero contarles. Suele suceder; y tanto que quizá por eso me dediqué a escribir novelas: para olvidarme de mí y revivir lo que me rodea engastando cuidadosamente trocitos de otras vidas que me surgen de nunca sabré dónde.
|
Mi amigo Alfons Cervera acaba de publicar Algo personal; una colección de cincuenta artículos sobre otros tantos títulos literarios que considera memorables. Lejos —como explica en el prólogo— de tener la menor pretensión académica y, por supuesto, de haber aplicado criterios filológicos para componer la selección, Alfons ha escogido este medio centenar de obras, sencillamente por la huella íntima que le dejaron sus lecturas a lo largo de la vida; es más, esta arbitrariedad atañe también a su número, pues podía haberse limitado a treinta o a atreverse a llegar hasta setenta o cien; en cambio, Cervera nos ofrece cincuenta; tal vez porque le resulte la cifra adecuada para armar un tomo con el que amenizar a cualquier lector sin cometer exceso alguno.
Alfons Cervera insiste una vez más en lo que se ha convertido en su principal seña de identidad literaria: la necesidad de recordar, de hacer memoria, de preguntarnos por un pasado infame que nunca acaba de pasar sino que sigue vivo y, a ratos, con la misma intensidad de entonces.
|
|
|