Entrevista al autor de "Las confabulaciones"
Ignacio Miquel ha publicado en septiembre, al amparo de la editorial Drácena, una espléndida novela: Las confabulaciones. Aparte de la madurez de su prosa, sólida y rica, este relato sustentado en un juego de apariencias, desborda el realismo casticista de la tradición novelística hispana hacia un plano narrativo inusual en nuestras letras, pues Las confabulaciones es una novela con “truco” —o, si prefieren, de “misterio”, del tipo británico, pero teñida de la socarronería hispana—, que deja perplejos cuando no entusiasmados a sus lectores. Por ello nos hemos decido a entrevistar a su autor para que nos desvele algunas claves que le incitaron a componer este magnífico y delicioso relato.
Resultaría del todo ingrato comenzar este artículo sin expresar mi sincero reconocimiento a Miguel y a Aldo García, y por supuesto, a mi querida Pilar Eusamio, que alentaron a Drácena a convocar unas mesas-coloquio durante la semana pasada en su librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, donde he figurado desde aposentador hasta ponente anunciado en los carteles, o incluso de sustituto de socorro ante la imprevista ausencia del profesor Carlos Sandoval por un angustioso percance doméstico.
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Se podría decir que "Las confabulaciones (memorias de un hombre rana)" trata un tema universal: el de la madre posesiva y castradora, pero Las confabulaciones es mucho más que una historia de malsanos amores maternofiliales; es una indagación sobre el éxito o el fracaso, y la doblez hipócrita que los mantiene.
Nunca lees dos veces el mismo libro… No hay dos lecturas iguales…
Dos jóvenes promesas, Juan Ramón Azuar Romero e Ignacio Miquel, con apariencia de escritores maduros para despistar -perdón, tal vez sí eran talluditos, pero los libros presentados eran su primera obra- mostraron ayer sus óperas primas, ambas publicadas por Ediciones Drácena, en la Librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes de la mano del experto y sagaz periodista literario, director de Todoliteratura, Javier Velasco Oliaga -que para eso es el que me manda-, y la participación acertada y erudita del filósofo y escritor Gastón Segura. El jefe de pista supo repartir juego, con preguntas dirigidas a cada uno de los participantes y otras que favorecieran el debate y la interacción entre ambos. El coloquio se titulaba "Nuevos narradores hispanos, tres miradas".
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