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05/01/2022@22:00:00

Vibria o Cuélebre, Tarasca o Herensuge, el gran Draco Magnificens es algo más que el monstruo de los monstruos. Espejo de todas las cosmogonías, pero también de nosotros mismos, en su último libro -Aquí hay dragones- Álvaro Bermejo documenta las Sendas de Dragón que cubren toda nuestra geografía. Tal vez los primitivos guanches hubieran interpretado la erupción del Cumbre Vieja como el despertar de su viejo dragón. Tal vez la pandemia que nos ocupa sea otra emanación suya. El aliento del Fin de los Tiempos.

Con el estreno del año, el gran suceso editorial de 2025: "Hipnocracia. Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad". Lo firmaba un filósofo chino, Jianwei Xun, de quien nada se sabía. El misterio se acrecentaba con lo disruptivo de su tesis. Somos cobayas de una nueva forma de control social, la Hipnocracia: vivimos en un estado de trance permanente, manipulados, teledirigidos, hipnotizados por los medios.

De entrada, una mano que habla, y sigue hablando: la de Irulegi. La de esa placa de bronce que se exhumó cerca de Pamplona, datada en el siglo I a.C. Tres años después de su hallazgo, los investigadores ya no tienen tan claro que la famosa inscripción, “sorioneku”, sea la primera escrita en lengua vascónica y advierten parentescos con la ibérica.

De las fiestas patronales de cada territorio a las de Navidad, enseguida los desfiles procesionales de Semana Santa y todo lo que arrastran. Celtiberia Show, todo lo celebramos. Pero, en realidad, ¿qué celebramos, si en nuestro mundo todas las fiestas han perdido su sentido y no dejan de ser la misma? Un infinito Día de la Marmota donde vale cualquier pretexto para zambullirse en el Carpe Diem. Sólo cambian los disfraces, no las máscaras. Precisamente por eso el Carnaval, tal como lo vivimos hoy, sea el evento que mejor ejemplifica lo que perpetúa, naturalmente, a su pesar.

La nueva temporada primavera-verano viene definida por un filósofo con alma de periodista. Su crónica continua: las metamorfosis de la hipermodernidad. Tras ‘La era del vacío’ y ‘El imperio de la efímero’, Gilles Lipovetsky vuelve con ‘Le nouvel âge du kitsh’, un ensayo sobre la civilización del exceso.

O del Peligro Amarillo al Shock del Futuro, pasando por el Sputnik. De todo eso va esta columna, con mucha IA y otros fantasmas virtuales por medio. Pero comencemos por la Teoría del Shock. En 1970 Alvin Toffler publica ese libro -Future Shock- en el que anuncia un horizonte de pánico global ante la progresiva aceleración de las innovaciones tecnológicas. El miedo como motor de la historia viene de más atrás. Y el que remite al Peligro Amarillo se desdobla en dos tiempos.

Para San Sebastián, al compás de los tambores en su día grande, el 20 de enero, un libro y una película no menos resonantes. La película seguro que les suena: ‘La sustancia’. El libro, ‘Narciso desatado’, quizá no tanto. ¿Pero qué tienen que ver Demi Moore, la protagonista de la película, el Narciso de Matt Colquhoun y el santo patrón de Donostia? Precisamente eso: la tiranía de la belleza, tal como se cataliza en el mártir más icónico de la imaginería cristiana desde el Renacimiento en adelante.

En principio, este artículo va de números y se sustenta en tres estudios científicos compilados por ‘Newsweek’, ‘Naure’ y ‘FLSciencie’. El primero se pregunta cómo seremos los humanos, nada menos que dentro de cincuenta mil años. El segundo cuestiona el mito de la eterna juventud, en base a los avances de la biomedicina y la ingeniería genética, concluyendo que “llegar a los ciento cincuenta años dentro de este siglo parece muy improbable”. Dejo el tercero para el final por lo que tiene de correctivo en todo lo que respecta a los sueños de nuestra especie, sea por la vía arcangélica o por la galáctica.

El que suscribe todavía llevaba pantalón corto cuando vio caminar a Neil Armstrong sobre la superficie de la luna en el televisor blanco y negro de su colegio, en casa no lo teníamos -un lujo-. En aquel 1969, sin embargo, los receptores en color habían inundado EE.UU. junto con otros mil avances tecnológicos en todos los órdenes. Lo propio de ese tiempo optimista era tararear el ‘Good Morning Starshine’ de Oliver o el ‘Gliddy glub’ de Hair. Pero de pronto, un dúo de Nebraska escalaba las listas del Billboard con una balada de tono apocalíptico. Escuchabas ‘In the year 2525’ y se te helaba la sangre en las venas.

Una catedral medieval como un prodigio de alta tecnología. Esta es la idea. Una idea que se abre a un juego de binomios: forma y función, tiempo y espacio, sentido y sensibilidad. Hablamos de la catedral de Notre Dame, en París, restaurada en todo su esplendor cinco años después de que un incendio arrasara el “bosque” de su techumbre y esa aguja que se desplomó envuelta en llamas.

Lucrecia vestía un vestido ligero que no ocultaba sus pechos hinchados como dos granadas, cuyas palpitaciones despertaban el deseo”. Sólo es un extracto de ‘La historia de dos amantes’ -y un adulterio sin final feliz- el gran best-seller erótico del siglo XV. Lo extraordinario, sin embargo, remite a su autor. Enea Silvio Piccolomini, un candidato a Papa que accedería al pontificado en 1458. Algo así como si de pronto descubriésemos que el autor de ‘Cincuenta sombras de Grey’ es el papa Francisco.

Presencia vasca en Córdoba la hay al menos desde que cinco mujeres de ascendencia navarra se coronaron como sultanas, allá por los tiempos del Califato. Nosotros nos acercamos con una embajada más discreta: conmemorar el 150º aniversario de un pintor inconfundible, tanto más inclasificable, como Julio Romero de Torres. Santo laico en Córdoba, cuya devoción se sujeta a su adscripción más conocida. El que pintó a la mujer morena, “con los ojos de misterio y el alma llena de pena”. En esa dualidad está la clave de algo más grande. Trasciende su pintura, aparentemente folclórica, exquisita en fondo y forma, conectada a las vanguardias europeas, siempre con la mujer como epicentro de su secreta simbología.

Corría 1909 cuando Marinetti publicó su célebre Manifiesto Futurista: “El esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad”. Su paradigma, esos Bugatti que consideraba más bellos que la Victoria de Samotracia. Un siglo adelante la belleza se plasma en una aceleración del mundo comparable a los ciclones que rotan sobre nosotros a todos los niveles. El poder destructivo del Milton no es nada comparado con lo que subyace en el vigente culto al vértigo. Una distopía simultáneamente cibernética y política. Un sólo ojo del huracán: la velocidad absoluta.

"Al buio tutto è nero”. En la oscuridad todo es negro, palabra de Pirandello. Valdría para definir el estado de la geopolítica global. Una larga noche de la diplomacia, y hasta del raciocinio, iluminada por los misiles que cruzan los cielos de Oriente sumados a los que vienen detonando sobre Gaza noche y día. ¿Estamos en puertas de una Guerra Total? La respuesta es simultáneamente desoladora y tranquilizadora. Esa Guerra Total se inició hace años sin que ninguno de los agentes implicados hiciera nada por evitarla, sino todo lo contrario. Por eso no tendrá fin.

Una de las razones por las que detesto a Virginia Woolf pasa por su valoración del gigante de quien hoy celebramos su centenario, Joseph Conrad: “De origen extranjero, hablando un inglés defectuoso, y casado con una inepta”. ¿Qué hubiera dicho Conrad de ella y de los pedantes del Bloomsbury Group? Tal vez algo no muy diferente de lo que nos cuenta en ‘El corazón de las tinieblas’. Allá en el vientre de África, una inmersión en el infierno de los seres privados de redención. Tal vez los mismos que, en su tiempo, inauguraban el culto a las playas entendidas como un regreso al edén. Con una salvedad: el paraíso original solo contaba con una pareja de turistas. El nuestro ya es un vertedero para multitudes.

Del autor de ‘La metamorfosis’ -ahora se dice ‘La transformación’- creíamos saberlo todo, hasta sus no menos kafkianas relaciones amorosas. De pronto irrumpe una novela llevada al cine, ‘La grandeza de la vida’. Narra el último año de la de Kafka junto a Dora Diamant, aquella bailarina judía a la que conoció en una playa frente al Báltico en 1923, a un año de su muerte, y sólo es el comienzo de todo lo demás.

Por qué las novelas para adolescentes son cada vez más violentas, más degradantes, más basura?”, se pregunta el último número de una relevante publicación digital francesa. Analiza el impacto entre los jóvenes de un nuevo género, el ‘Dark Romance’ -romance tenebroso-, donde se maridan agresiones sexuales, relaciones de dominación, tortura explícita y psicológica, presentados como los ingredientes esenciales de la nueva sentimentalidad romántica.

Más allá de su rango como adelantada del I+D+I, cifrado en el mantra de acudir con pañales a sus conciertos, tres citas resumen el impacto suscitado por el nuevo oráculo global: esa chica de Wisconsin llamada Taylor Swift. “TS da su nombre a una calle, a una ciudad, y a un sándwich”. “Uno de cada cinco americanos seguiría la opinión de TS para elegir presidente”. “De su última gira se esperan beneficios superiores a los seis mil millones”. Un fenómeno socioeconómico, y un epifenómeno que, tal vez, tenga más que ver con la psiquiatría que con la política.

Cuando el presidente del condado de Brooklyn declaró oficialmente el 27 de febrero como el Día de Paul Auster, casi se lo tomó a broma: “Me ha hecho sentirme como cuando el Espantapájaros sin cerebro de ‘El mago de Oz’ recibe un diploma que lo reconoce como Doctor en Pensamiento”. De los tres personajes que acompañan a Dorothy, resulta muy ilustrativo que Auster eligiera compararse con el Espantapájaros que sueña con tener un cerebro, y no con el Hombre de Hojalata, el que quiere tener un corazón. Pero aún más que su referente fuera este relato maravilloso, con una lectura iniciática, y otra hermética.

Tal día como anteayer, hace trescientos años, en una pequeña ciudad prusiana que hoy es rusa -de Königsberg a Kaliningrado-, nacía un filósofo de hábitos tan discretos como su peluca, llamado a generar una revolución a partir de un simple gesto. La verdad es que se tomó su tiempo: cincuenta y siete años meditando hasta que publicó ese primer libro que lo cambiaría todo, ‘Crítica de la razón pura’, al que seguiría otra crítica, la de la razón práctica, y una más, la de nuestra manera de juzgar.

22 de marzo, 20 horas. Seis mil personas asisten al concierto de un grupo de rock en el Crocus City Hall, a 20 kilómetros de Moscú. Irrumpen cuatro terroristas fuertemente armados. ¿Dónde estaban las fuerzas de seguridad del recinto? ¿Por qué no hicieron nada por detenerlos? En veinte minutos, los asaltantes se cobran un balance de ciento cuarenta muertos y más de doscientos heridos. Los terroristas huyen.

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El concepto surgió de la mente de Isaac Asimov. Entendía por psicohistoria un cruce de historia, sociología, psicoanálisis y matemáticas destinado a predecir el futuro de nuestra especie. Ciencia ficción, pero abierta a una visión más amplia que la que nos sirve la historia convencional en la que se incluyen motivaciones inconscientes, pulsiones latentes y, por supuesto, manipulación de mentalidades. En base a este modelo, el protagonista de ‘Fundación’, el matemático Hari Seldon, vaticina el colapso de su imperio galáctico. Debe ser por eso que cada vez recurrimos más al Big Data y la Inteligencia Artificial para evitar el nuestro.

Conecto el televisor y me asalta un anuncio de la serie que pretende superar ‘Dune’: intrigas políticas y dilemas existenciales en un futuro galáctico, el que creó Isaac Asimov en ‘Fundación’. Abro mi correo y otra noticia paranormal: los Xenobots, una nueva especie de organismos pluricelulares diseñados por IA, capaces de reorganizarse tras su muerte aparente y crear un tercer estado de la vida. En ese tercer estado me llega el último libro de Santiago Pazhín, ‘Historia oculta de la Ufología’, un viaje a través del tiempo en torno a eso que Jung definió como el último mito moderno: el fenómeno OVNI.

Hace tres semanas lo avanzamos en esta sección de Todoliteratura: el segundo mandato de Trump precipitará un cambio de paradigma global. Hace tres años nos atrevimos a más: Ucrania no ganará la guerra y quien la perderá será Europa. No resulta reconfortante acertar en un diagnóstico cuando sus derivadas van a ser funestas para todos nosotros.

Convertir Gaza en la Riviera del Mediterráneo Oriental. Ya le he encontrado un sentido al último disparate de Donald Trump: alojar en esa Riviera a las víctimas de la guerra interna que sobrecoge a su país. Cada siete minutos, un norteamericano pierde la vida en el Frente del Fentanilo. Una droga sintética altamente adictiva, cincuenta veces más mortal que la heroína, cien veces más potente que la morfina. Cincuenta mil caídos en 2015, más de cien mil en el ’22. Tantos como los ocasionados por las masacres de Gaza y Ucrania, en su propia casa.

El Grandioso Regreso -The Greatest Comeback-. Así fue valorado el de Nixon en 1968, cuando arrebató la presidencia a Humphrey contra todo pronóstico. Nos guste o no, el de Trump lo supera. No sólo porque se enfrentase a la cultura dominante y a buena parte la de élite mediática. Su Make America Great Again, más que una nueva edad de oro para EE.UU. apunta a un cambio de paradigma global.

El pasado 26 de Febrero el Ayuntamiento de San Sebastián -en cuyo equipo de gobierno se integra el partido socialista que en tiempos pasados incluyó en su ejecutiva guipuzcoana a escritores de la talla de Luis Martín-Santos (¿Quién os ha visto? ¿Quién os ve?)-, rechazaba por una mayoría de 24 a 3 conceder a Pío Baroja la Medalla de Oro de la ciudad, en este año en que celebramos el 150º aniversario de su nacimiento.

Lo que suena podría parecer una balada de los Apalaches en la voz de una mezzosoprano fantasmal, una melodía del viejo Broadway cruzada con rock psicodélico, o, simplemente, una canción del alma fuera de todo tiempo y lugar. Escuchar a Josephine Foster es toda una experiencia al margen y en los márgenes de lo convencional. La idónea para iniciar este nuevo año al lento vibrato de su ‘I’m a dreamer’.

Primero como Maestre Jehan, luego como Preste Juan, soberano y pontífice, descendiente de los Reyes Magos, y príncipe de su sacerdocio por designio del bíblico Melquisedec. Así se conocía en la Edad Media a un legendario Rey del Mundo cuyo reino se imaginaba en Asia Central, entre Tíbet y Mongolia. También en un inaccesible centro supremo, como la Agartha esotérica, el Avalon artúrico, o el castillo del Grial. A tanto alcanzó su crédito que el papa Inocencio III envió misiones a Tartaria en su búsqueda, Incluso el emperador Federico II llegaría a atestar que había recibido de su mano el elixir de la eterna juventud.

Esta historia comienza en el Museo Histórico de La Haya, donde se preservan una lengua y un dedo humanos pertenecientes a uno de sus más insignes primeros ministros durante el Siglo de Oro neerlandés, Johan de Witt, víctima de un truculento episodio de canibalismo en la Europa del XVII. Pero llevemos el caso a la actualidad. La lengua que habla y el dedo que acusa. ¿Con qué podríamos relacionarlos?

Biología del espacio. Ekain Arte Lanak. Una cueva iluminada en la Parte Vieja donostiarra, como pudiera serlo en Montmartre. Lo primero que ves, un talismán de poder, el diente de Lumumba. Luego, entre dos acrílicos -Vegetal y Animal- tres visiones del río Congo. Ya en la sala, un Atardecer Zulú inspirado en un paisaje de Palamós, con una montaña mágica irradiada de sol, naranja intenso. ‘Un lugar’, así se presenta la muestra, que habla de ‘No lugares’. Más bien de moradas filosofales.

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Pronto se cumplirán dos siglos del manifiesto con que Marx y Engels convirtieron ese fantasma en una presencia real, la lucha de clases. Hoy, es otro proletariado fantasmal el que hace temblar a Europa, en dos dimensiones. La visible tiene el rostro de los millares de inmigrantes que abordan nuestras costas. La invisible, remite al miedo que genera esa creciente migratoria mientras la batalla ideológica cambia de signo. De la lucha de clases, primero a la contención del desclasado, y ahora su deportación explícita.

A los que seguimos sus partidos míticos desde que conquistó su primer Roland Garros, en 2005, con apenas diecinueve años. A los que presenciamos sus duelos homéricos con el mismo Federer, como aquella final de Wimbledon de 2008 -el mejor partido de la historia-, luego con Djokovic, desde Madrid a Australia. A los que le debemos postergarlo todo para apresar el mundo entre una raqueta y una red, mientras él jugaba cualquier final, la retirada de Nadal, por más previsible, sabemos que es inadmisible. Rafa se va, tanto más estará presente.

Quédense con estas dos frases: “Cada periódico es una tienda donde vendemos las palabras del color que ellos quieren”. “Otro siglo de periodismo y todas las palabras apestarán”. La primera es de Balzac, la segunda de Nietzsche. Ambas ilustran lo que subyace en el Plan de Acción por la Democracia aprobado por nuestro Gobierno.

Desplazamientos de la mirada. Ya no es necesario adentrarse en Masái Mara para asistir a la espectacular migración de los ñus, esa en la que millón y medio de estos bóvidos cruzan su río en busca de pastos frescos. Basta con acercarse a cualquier aeropuerto, a cualquier autopista, a cualquier lugar de veraneo con encanto, incluidas nuestras costas por estas fechas. El nuevo espectáculo natural son las manadas de turistas que todo lo saturan y todo lo devoran en busca de nuevas experiencias, naturalmente plastificadas, aunque a la carta. Precisamente las que tanto invertimos en promocionar, para denostar inmediatamente la masificación que nos invade.

Conocemos la ‘compleja’ dialéctica mediática imperante en estos tiempos electorales: superhéroes -los nuestros- frente a archivillanos -todos los demás-. Lo veníamos testando en la campaña que precedió al primer debate por la campaña presidencial en EE.UU., hace un par de semanas. Aunque las viéramos con nuestros ojos, todas las imágenes en las que Joe Biden aparecía algo más que desubicado o catatónico total eran bulos. En el debate los convirtió en realidades. El viejo Sleepy Joe -Joe el dormido-, entró en escena superando a Michael Jackson y su mítico ‘Moonwalk’. Si parecía caminar sobre la luna, el tono inaudible y farfullante acabó haciendo temer una abducción alienígena.

La antigua Roma, siempre moderna, cuánto nos enseña. Aún más sus mujeres, sobre todo las que nacieron en la cuna del poder, las grandes familias, la casta o la “gens”, como se llamaba entonces. ¿Qué hubiera sido de Julio César sin su madre, la imbatible Aurelia? ¿O de Servio Tulio sin aquella que lo adoptó cuando no era más que un esclavo, la visionaria Tanaquil? ¿O del mismo Cicerón sin la dote que aportó a su boda la bella Terencia, cuatrocientos mil sestercios, el precio exacto de una plaza en el Senado?

Sin el prescriptivo consenso de la Oposición parlamentaria, sin la anuencia de los países centrales de la UE, sin avanzar cuáles serían sus fronteras, ni las garantías de seguridad se establecerían, ¿qué margen de crédito puede recabar el reconocimiento de un Estado Palestino por parte de un presidente español que le niega ese derecho a un territorio todavía bajo su administración, como es el Sahara Occidental y su autoproclamada República Saharaui Democrática?

Sufro, luego soy. El shock de sus leales, la crisis de gobierno, todo el maremagno desatado por el arrebato entre peronista y absolutista de Pedro Sánchez –“Después de mí, el Diluvio”-, se resuelve en esa frase con la que Pascal Bruckner subtitula su último libro: ‘Portrait de la victime en héros’ -Retrato de la víctima como héroe-. Una pandemia de nuestro tiempo que el filósofo francés disecciona con la misma prosa incisiva con la que analizó las otras dos: ‘La euforia perpetua: sobre el deber de ser feliz’ y ‘La tiranía de la penitencia: sobre el masoquismo en Occidente’.

Aunque no me dejo ver en ninguna, salvo excepciones puntuales y por exigencias del guion, las redes sociales me interesan por lo que significan como fenómeno sociológico. Un mundo de pantallas a la medida de este tiempo líquido en el que prevalece la pulsión del instante. Un espejo sin profundidad pautado por la dictadura de las apariencias y, dentro de estas, por la tiranía de lo cool. ¿También una nueva dimensión de eso que Jung definía como nuestro inconsciente colectivo?

El título valdría para glosar las desventuras de Kate Middleton y su atribulada parentela, pero la protagonista estelar de esta película es la misma Emma Stone que deslumbró en ‘La Favorita’ a las órdenes del mismo realizador, uno de los más exuberantes de nuestro tiempo, quizá también el más disruptivo: Yorgos Lanthimos. Sobre un texto de Alasdair Gray, el William Blake de Glasgow, un concierto barroco en forma de cuento de hadas tan filosófico como amoral. Todo un homenaje a los escritores steampump del XIX, desde Mary Shelley a Stevenson. Y sobremanera, una revisión de la condición femenina entreverada con una sátira salvaje.