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Eduardo Mendicutti
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Eduardo Mendicutti (Foto: Javier Oliaga)

Entrevista a Eduardo Mendicutti, autor de “Furias divinas”

“La fantasía ayuda a vivir”

jueves 10 de marzo de 2016, 08:40h

Treinta y cinco años hemos tenido que esperar para que el escritor sanluqueño Eduardo Mendicutti volviese a escribir una novela de humor desenfadado y corrosivo; el resultado ha sido “Furias divinas”, una descacharrante historia sobre un grupo de transformistas que deciden montar en un desvencijado local, un club donde poder actuar y, también, transgredir la conciencia de un país que lleva años dormido y, sobre todo, aburrido.

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Eduardo Mendicutti (Foto: Javier Oliaga)

Furias divinas” es una obra coral “cortita y redondita, a la manera de aquella Una mala noche la tiene cualquiera, de hace treinta y cinco años, pero más madura”, nos dijo el autor, mientras tomábamos un café en uno de los más reputados hoteles madrileños. Un ambiente muy diferente al de su nueva novela, pero como decía don Juan Tenorio en aquella escena XII:
Yo a las cabañas bajé,
Yo a los palacios subí…
Eduardo Mendicutti se mueve igual de bien y con tronío en esas cabañas y en esos palacios.

Su nueva novela es “política, es una mirada sobre la situación política actual, sobre la nueva transición que vivimos”, dice. Y está escrita con la intención de sanear y cambiar esa situación. Para ello da voz a unos personajes del pueblo que “opinan sobre la política desde la marginalidad, son opiniones muy espontáneas. España está llena de personas como ellos, y lo hacen con el lenguaje enloquecido de los gays, ya que me interesa mucho el mundo de los travestis”, explica en la charla que mantuvimos.

Eduardo Mendicutti ha mantenido durante años una columna periodística donde ha criticado la situación política y social. En la novela hace lo mismo pero con más sentido del humor. Y su sentido del humor tiene muchas capas; una primera lectura puede quedarse en la anécdota y la sonrisa, pero al volver a releerlo apreciamos una acerada crítica sobre algunas de las lacras de la sociedad actual, como el paro, los desahucios, etc.

Cuando empezó a escribir la novela empezó por las historias que cuentan esos transformistas en primera persona, “me di cuenta de que faltaba algo y es cuando escribí los capítulos primero y último con la voz de Ernesto Méndez, un escritor que financia la loca aventura de esos transformistas de La Algaida, población trasunto de su ciudad Sanlúcar de Barrameda. “El libro se ve de manera diferente allí que en otros sitios”, menciona. Méndez, como el autor, es un escritor cercano a la jubilación que ya ha vivido mucho y que tiene mucho que escribir. “Algo tienen que hacer para sentirse vivos”, apunta. No se preocupe que ya el Estado procurará que no lo haga.

La novela tiene muchas referencias reales. “Hay muchos lectores que se fijan en las similitudes, pero todo está cambiado aunque he cogido frases literales de políticos como Pablo Iglesias o Alberto Garzón sobre lo que nos está pasando”, explica, pero si sólo hiciese eso, la historia quedaría coja. Por eso añade: “me interesa incorporar otras voces a la vivencia actual, voces que no se tienen en cuenta pero que están ahí y tienen la misma importancia”. Lamentablemente, opina, las últimas elecciones no han cambiado nada el panorama político.

En la novela, escrita en primera persona por esos transformistas que se van contando su historia unos a otros y se van dando la palabra, el escritor andaluz ha procurado “dar voces a todos de forma diferenciada. Cada uno habla a su manera. El brasileño tiene una plasticidad y una musicalidad distinta a los demás o Marlon-Marlén – un transformista que encarna a dos personas, masculina y femenina, a la vez, cada una con la mitad de su cuerpo”, especifica.

Los seis alocados/alocadas protagonistas de la novela no quieren dejarse vencer por la sordidez de la vida. Les queda una última ilusión que les hace seguir viviendo. La realidad se puede transformar y todo depende de la fantasía que le eche cada uno. “La fantasía ayuda a vivir. Se pueden vivir muchas vidas gracias a la fantasía”, expone Eduardo Mendicutti. Todos son artistas de la vida. Personajes salidos del pasado, de esos años sesenta donde todavía se daba la picaresca por las calles. Ahora parece que ya no hay tal. “El haber vivido por encima de nuestras posibilidades nos ha quitado el instinto de supervivencia. El instinto de buscarse la vida y el revelarse contra las circunstancia”, critica con acierto.

Para contar una historia, el autor de “Furias divinas” cree que lo mejor es “creerme a mí mismo lo que cuento, lo que siento, lo que he vivido; por eso utilizo la primera persona en mis libros. Casi toda mi obra está escrita en primera persona, salvo un par de libros”, comenta y agrega: “cuando escribo necesito estar ahí, no distanciarme de lo que cuento. Que me haga creer que lo que cuento es algo que me afecta personalmente”. Utilizar el narrador omnisciente es, según el autor de Sanlúcar de Barrameda, como si estuviese pontificando.

Eduardo Mendicutti, antes de empezar a escribir, necesita saber el título. Cuando encontró ese “Furias divinas” supo el tono que debía de dar a la historia. “Se alimenta el tono de la novela con el título y da un halo de rebeldía a los personajes que están indignados y enfurecidos por la situación política que vivimos”, menciona. El último capítulo del libro es absolutamente desternillante y en cierto modo, kafkiano. Son las furias desatadas que demuestran, como gritan algunos protagonistas, que sí se puede. Aunque no sabemos muy bien qué es lo que se puede, pero nos da igual.


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