Su libro es el primero de un amplio proyecto de la editorial digital Talismán eBooks. Van a ser 21 las crónicas-libros que va a publicar esta jovencísima editorial que dirige con tino Mónica Caballo. Todavía no sabe qué ritmo de publicación tendrán. Lo que es seguro, es que lo van a hacer con tiempo, sin prisas, porque la producción de estas crónicas ha de ser meticulosa, por los muchos enlaces que llevan. “Son ebooks enriquecidos”, especifica la editora.
“La edición que me propusieron era mucho más interesante que lo normal. La cantidad de metadatos que utilizan hace al libro mucho más interactivo y los lectores se pueden meter mucho más en el viaje que en un libro normal”, cuenta Elisabeth G. Iborra en la entrevista que hemos mantenido en un conocido hotel madrileño en una fría y lluviosa mañana invernal.
Para emprender la aventura de escribir un libro sobre su vuelta al mundo, la escritora creó a su alter ego Lizzy Fogg; Lizzy es un diminutivo de su nombre Elisabeth y porque una antigua pareja la llamaba Miss Lizzy; lo de Fogg, porque de pequeña veía aquella serie de dibujos animados donde Willy Fogg daba “La vuelta al mundo en ochenta días”, en la que unos animalitos remedaban la historia que escribió Jules Verne. Una vez encontrado el nombre ideal, ya estaba dispuesta a emprender su vuelta al mundo en solitario.
18 meses de viaje, entre los años 2009 y 2010 y 33 países recorridos de cuatro continentes. Deja África y la Antártida para un próximo viaje, en el que sí estaría acompañada. Durante el tiempo del viaje fue escribiendo sus impresiones, aunque en ocasiones no la dejaban momentos de tranquilidad para hacerlo: “hubo en algún país donde no pude estar en ningún momento sola”, recuerda. “Pretendía que mi escritura hiciese que el lector estuviese viajando conmigo”, apunta. Luego, al terminar el viaje, llegaría la labor de investigación reposada que durante el periplo no se tiene.
“Primero hay que vivir el viaje y luego lo escribes, porque la vida es muy bestia cuando haces un viaje así y no puedes desperdiciar un momento”, expone. Y en cierta forma es su filosofía de la vida. “Yo, desde pequeña, quería ser periodista”, expresa, pero también quería ser escritora y viajera. “Lo he hecho desde muy pequeña. Ya con seis meses mis padres me llevaron en mi primer viaje a Tánger”, expresa. Ya desde los 22 años hacía crónicas de viajes y con los 32 decidió dar la vuelta al mundo. “Es mucho más fácil viajar sola que con gente. Para mí, dar la vuelta al mundo ha sido como darme un paseo por mi casa”, afirma con rotundidad.
Escogió los lugares a los que visitaría de manera muy concienzuda: “mi forma de ser es muy conflictiva, por eso eliminé sitios donde las mujeres solas puedan viajar, ya que cuando viajo tiendo a ser feliz. Pero eso sí, en los viajes tienes que demostrar que no eres débil y no van a poder contigo”, detalla haciendo referencia a los muchos moscones que tuvo que quitarse de encima.
En su primera escala viajó a Grecia para volver a sus orígenes y recordar que fue una buena alumna de griego en el instituto. Se nota la pasión que siente por el país heleno. No le gustan los sitios demasiado turísticos, prefiere los lugares recónditos y solitarios. Cree que hay que dejarse asesorar en los viajes y gracias a una sugerencia de un amigo viajó hasta Santorini, un lugar precioso, aunque muy turístico. Es su lugar preferido de Grecia, allí pudo ver un atardecer maravilloso. “Por ver un buen atardecer hago cualquier cosa”, comenta Elisabeth G. Iborra. Ademá, aquella parte del país tiene muchos terrenos volcánicos. Algo que la sugestiona profundamente.
Después de dar la vuelta al mundo, tiene que reconocer que la zona que más le ha gustado ha sido Latinoamérica. “Culturalmente me resulta mucho más cómodo viajar por allí. Si tuviese que quedarme con un país, escogería Colombia. Sus gentes son muy amables. También me han gustado mucho México y Chile”, menciona. Pero también hay una parte negativa y en ese capítulo se lleva la palma Bolivia y Ecuador. Otro país que la dejó asqueada en su largo periplo fue Vietnam.
En su viaje se ha encontrado con pocos viajeros españoles. Por algunos sitios, como Asia u Oceanía, apenas se cruzó con dos españoles. En nuestro país parece que seguimos haciendo caso a aquellos carteles que había en los antiguos trenes: es peligroso asomarse al exterior.
Le gustaría volver a hacer otro viaje por el mundo, pero no repetiría países.”En el mundo hay 192 países de los que he viajado a más de 60, solo que para hacer otro viaje de esas características se necesita mucho dinero. “Y eso que, con los vuelos low-cost, se han abaratado mucho los viajes. También me salieron bastante baratas las estancias en algunos países”, señala. No faltaron sitios donde la invitaron personas a las que conoció en el camino. Empezaría por el Transiberiano y no podría dejar de incluir las islas de Laos, Birmania, Papúa Nueva Guinea y las islas Fiji.
El siguiente volumen de su obra tratará sobre las islas Azores y Portugal. “Las Azores son un paraje que me fascinó. Sus paisajes no están muy valorados, al igual que Portugal. Creo que es un país por descubrir, sobre todo para los españoles, que solemos mirar un poco por encima del hombro a nuestros vecinos peninsulares. Así que ya sabemos que su próximo libro-reportaje lo tendremos pronto para seguir viajando con ella por todo el mundo.
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