“Tengo un espíritu gitano y ya he pasado por muchas editoriales. Ahora es como si fuese un estudiante de 20 años que quiere irse a estudiar a Estados Unidos y a experimentar cosas que en España no podría”, cuenta el escritor y añade “a mí me gusta decir que es como ampliar la familia, cosa que me parece fantástico, además, que lo hemos hecho con muchas sensibilidad y estoy muy contento de cómo lo hemos realizado”.
Evidentemente, ha ampliado la familia. Si en un principio fue “Una madre”, la novela con la que comenzó un periodo magnífico en su carrera, luego siguió “Un hijo”, y ahora “Un perro”, novela que podemos considerar como la continuación de “Una madre”. “El riesgo de escribir una segunda parte es muy grande. Ya sabes, segundas partes…, yo no quería hacerlo pero cuando me puse a ello, intenté que la novela se pudiese leer de forma independiente. Me gusta más crear un universo que escribir una trama lineal. Algo que se mezcle, como hacen los trileros”, explica con parsimonia.
“En mis libros hablo de relaciones. En Una madre dejé muchas cosas pendientes: a Fer, el protagonista, sin apenas mostrar y en esta se muestra más. Yo quería que se pringase, sobre todo con relaciones no elegidas. La familia son relaciones elegidas, un perro, R. como se llama, es una relación no elegida, la única que puede tener Fer, porque él todavía no está preparado para tener relaciones con humanos”, desgrana el autor en la charla que hemos mantenido en la cafetería de un conocido hotel de la Gran Vía madrileña.
Para Alejandro Palomas, sus novelas son proyectos que asocia con colores, “en esta ocasión tocaba el color de la melancolía”, aunque siempre el humor está presente en sus obras. “Cuando leía La conjura de los necios de John Kennedy Toole pensaba que los lectores se tenían que reir con mis obras como yo me reía con esta”, recuerda y añade: “necesito saber que el lector o lectora se van a reír”.
Pero “Un perro”, pese al humor que aporta la madre, tiene un color más melancólico. “Hay más fragilidad en esta novela, me salió así, si lo trasladamos a un color, me ha quedado más verde”, indica el escritor. La madre, por su edad, es el personaje más irreverente del libro, la más políticamente incorrecta. “Amalia es la más libre, la más mayor y la más cándida y ya se sabe que la edad da una libertad extraordinaria”, concreta.
La novela también trata el tema del perdón. “Me interesa oír cómo se vive el perdón. Cómo se sienta uno delante del otro y se pide perdón. Ya que esto cuesta mucho, aunque desde que escribí Una madre me cuesta mucho menos pedir perdón, porque lo tuve que hacer muchísimas veces. Tengo mucho miedo a que se acaben las relaciones por no pedir perdón”, expone Alejandro Palomas.
“En mis novelas hago lo que soy, no sé hacer otra cosa. No filtro mucho cuando escribo y elaboro muy poquito”, se sincera para remarcar “soy demasiado yo”. Tirándole de la lengua nos confiesa que ha dejado muchas cosas colgadas en esta última novela para otra. En la próxima tratará las relaciones con sus dos hermanas pero, “va a ser un sorpresón, con muchas novedades, pero ya os enteraréis”.
Su forma de escritura es de una gran sensibilidad y las tramas nos las suele escribir de forma lineal. “Yo escribo siempre dando vueltas y más vueltas y haciendo conexiones”, concreta. Con muchos saltos en el tiempo hacia el pasado pero siempre teniendo de referente el mundo presente. “Mi novelas no son fáciles de estructurar”, reconoce.
En esta ocasión, tampoco ha sido fácil tener un protagonista pasivo, el perro R. que no se expresa. Hace que sea complicado, aunque más lo sería si hablase, se convertiría en unos de esos muñecos animados que Fer dobla, un pequeño juego que se permite el escritor.
Alejandro Palomas nunca imaginó que iba a tener cuerda para tantas novelas cuando hace 14 años comenzó a escribir. “Para mí ha sido una sorpresa enorme escribir tanto y la sensación que guardo cuando tengo un libro entre las manos es tan bestial… El poder decir tantas cosas cuando escribo me hace que me despierte muy temprano para escribir. Sólo cuando termino un libro es cuando me relajo”, concluye. En nuestra conversación ha estado relajado, se ve que se siente satisfecho de cómo ha quedado el libro y de su cambio de editorial. Pese a esa relajación, su mente ya está bullendo imaginando otras historias sobre relaciones humanas. Me parece que no tardaremos mucho en conocerlas.
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