Ahora que, lamentablemente, Luis Suárez está tan de moda por la biografía sobre el dictador que el diccionario de la Real Academia de la Historia acaba de publicar, no estaría mal que sus críticos leyesen este libro para que se diesen cuenta de lo documentado y bien escrito que está. Es Suárez el mejor biógrafo de Francisco Franco y el lector podrá comprobarlo, bien leyendo su biografía sobre Franco o este hermoso libro, aunque él diga en el prólogo que es un plagio de su obra.
Este estudio se ciñe a un orden cronológico para relatarnos los acontecimientos, mientras se combinan en su desarrollo documentos extraídos de archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores y la Conferencia Episcopal española con los de la Secretaría de Estado del Vaticano. Asimismo, se utiliza correspondencia personal de Franco sobre los temas que se tratan en el libro.
Se descubren así las tensiones, acuerdos y alternativas de la relación entre la Iglesia y el Estado que definen ciertos aspectos decisivos para interpretar de forma correcta la historia de aquellos años. En cuanto a las relaciones entre el Estado y la Iglesia, el autor destaca que, pese a las buenas relaciones, esta última aspiraba a conservar su independencia. Sabía que con el paso del tiempo, el régimen de Franco debía cambiar. En su opinión, ese autoritarismo sólo debía servir para recuperar un orden y permitir al país, posteriormente, acomodarse al resto del mundo. Por eso, más adelante, la Iglesia buscaría compromisos diplomáticos que le garantizaran la independencia y la libertad durante la Transición.
En cuanto al resto de la población durante la Transición, aparte de algunos extremistas que reclamaban una especie de sumisión de la Iglesia al Estado, la opinión católica se dividió en dos bandos: de un lado, aquellos que creían que para asegurar el futuro en la transición era indispensable contar con un concordato, y de otro, quienes pensaban que tal firma sería una especie de apoyo al Régimen que estaba condenado a desaparecer cuando España entrase en la Comunidad Europea. Al final, como ahora sabemos, triunfaron los segundos.
También resalta el autor la sintonía del régimen con las directrices de la Iglesia Católica durante la época del Papa Pío XII, los cambios que se producen a partir del Concilio Vaticano II y los graves problemas surgidos en la década de 1970 al plantearse de forma radical la separación de las dos instituciones. Dicho Concilio Vaticano II señaló la libertad religiosa, es decir, la ausencia de mención de la confesionalidad del Estado, como una condición indispensable para el crecimiento de la Iglesia que estaba llegando a los últimos rincones del mundo. Pablo VI, que no quería renunciar a los derechos reconocidos, pidió a Franco que espontáneamente renunciara al derecho de presentación. Pero el Jefe del Estado se negó, lo que provocó que, a partir de este momento, las relaciones con el Vaticano se endurecieran.
La muerte del general Franco, seguida poco más tarde por la de Pablo VI, permitió alcanzar nuevas vías de entendimiento que todavía siguen vigentes.
En definitiva, una obra serena y objetiva del autor de Crisis y restauración en Europa, una aportación histórica de gran interés, en la que no se hace un juicio; sino que se tratan de explicar las razones de unos y de otros, con el fin de que el conocimiento detallado de los diversos aspectos históricos nos permitirá formar un juicio correcto de cómo fueron las cosas.
Crítica literaria
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