Cuando en 1976 el cantante y guitarrista J. J. Cale, creador del Tulsa Sound, ¡cuánto le debe Mark Knopfler a su sonido!, compuso y grabó su más famosa canción “Cocaine”, en España apenas podíamos imaginar los estragos que años después haría la famosa droga. Al año siguiente, fue Eric Clapton quien grabó la canción en su disco, “Slowhand”, justo con el nombre con el que se la conocía; con dicha canción popularizó mundialmente la canción de Tulsa. Ahora, Daniel Jiménez utiliza el nombre de la droga para escribir un diario sobre los efectos de la misma sobre un protagonista.
Como hemos señalado, escribir en segunda persona no es sólo arriesgado sino que al lector le puede parecer un poco artificial y pesado si no se narra con el ritmo apropiado. Adolfo Jiménez lo ha conseguido y hace que su novela no se haga cansada sino todo lo contrario.
“Cocaína” abarca todo el año 2013. Es un diario en el que el narrador cuenta lo que le va sucediendo al protagonista durante ese año. Es un narrador cercano, como si fuese la propia conciencia del protagonista que conoce las partes más íntimas de su pensamiento y de su vida. El narrador está al tanto de cómo vive, cuáles son sus relaciones con las mujeres, incluidas su psicóloga, su psiquiatra, sus hermanas y su madre. Pero también las relaciones que mantiene con sus amigos y con sus familiares. Y sólo de pasada con su proveedor Andrés, del que no sabe si es su verdadero nombre.
En la trama de la novela vemos la progresiva descomposición mental del protagonista. Su lucha para intentar escribir y sus repetidos fracasos en su empeño por hacerlo. Hay muchas evocaciones a los escritores que le gustan al protagonista y suponemos que también le gustarán al autor porque la novela destila opiniones muy personales sobre la literatura más vanguardista de nuestro país.
“Cocaína” es un debut brillante y muy personal. Daniel Jiménez ha sabido encontrar el punto justo para no hacer la novela demasiado tétrica, pero sí escribirla con rudeza y dureza, donde las descripciones que predominan son las emocionales. Los sentimientos están a flor de piel en esta obra y dejan de lado otro tipo de descripciones. En la novela no abundan los diálogos pero cuando nos los encontramos son cortos y refulgentes, incluso en algunos momentos, repetitivos, como cuando se pone en contacto el protagonista con Andrés, hasta tal punto que son el hilo conductor de la trama.
Cuando se acaba el año, el protagonista, parece que, harto de su comportamiento, empezará a vivir una nueva vida alejado de la dependencia contra la que ha luchado o quizá no. Será el lector el que deba poner el final que más le guste a esta novela.
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