Son ya tres los libros de cuentos que ha publicado últimamente
Sergi Pàmies, de una producción total de nueve libros, con los que nos ha obsequiado, porque sus cuentos son un regalo para un cierto tipo de lector, el lector cincuentón, barrigudo y gafotas o el lector que se quiera reír de este tipo de personaje. Con
Si te comes un limón sin hacer muecas ya consiguió un alto grado de perfección cuentista, en éste, su siguiente libro, lo mantiene, y explora otros caminos más surrealistas, pero también autobiográficos.
Aunque yo no creo que sean realmente autobiográficos, pero sí que están basados en acontecimientos de su vida. Por ejemplo, en
Cien por cien seda natural, narra el fallecimiento de su padre, pero ¿fue realmente así o es un cuento sobre lo que significó su padre, al que asocia con el nudo de la corbata? Esta, fue un símbolo que le unió a su padre, le gustaba ver cómo se hacia el nudo de la misma y durante años le estuvo viendo y nunca aprendió a hacerlo. ¿Cuántos usamos corbata con los nudos que nos han hecho porque seguimos siendo incapaces de realizarlos?
Es Pàmies el contador de lo cotidiano, el relator que da testimonio de las vidas vulgares, minúsculas y monótonas. El que eleva ciertos elementos, que utilizamos o no diariamente, a la originalidad de lo reiterado. ¿O por ser cotidianos dejan de ser originales? Es original que un libro de cuentos se titule como éste, cuando no hay ningún relato que se denomine así; pero la bicicleta estática aparece, vaya si aparece. Lo hace en el cuento más largo del libro, que está dividido en tres capítulos; en el último de los tres,
Nada, aparece la bicicleta estática junto a la barbacoa y al telescopio. Son todos instrumentos que compramos cuando creemos que tenemos nuestra vida solucionada.
Pero nada es para siempre y esos instrumentos que hemos utilizado en algunas ocasiones van pasando a un segundo lugar, se van arrinconando y se dejan de utilizar o se utilizan como dijo Sergi en la presentación de su libro en Madrid, como colgador de camisas recién planchadas: la bicicleta estática, no la barbacoa, por supuesto. En el momento de la separación conyugal no se sabe muy bien qué hacer con esos instrumentos, como no sé muy bien qué pinta una gallina con tres huevos en la portada del libro, aunque sí se pueden cocinar en la barbacoa.
En el libro hay cuentos de todos los tipos, introspectivos, cuando el protagonista queda consigo mismo ya que no se conoce todo lo bien que él quisiera, o cuando decide contratar un seguro por si acaso se le ocurre suicidarse. Autobiográficos, cuando cuenta cómo fue engendrado por sus padres después de ver la película
Las noche de Cabiria de Federico Fellini o
Acostarse temprano, sobre cómo era la emigración en el París de su nacimiento o cómo conoció a la mujer de su vida, por llevar un cordón desabrochado.
Otros son un poco kafkianos,
Lo que no hemos comido, una historia de amor entre gordos, pacientes de un dietista, que entre ensaladas y calorías le dan al cuerpo una marcha desengrasante o
Mister Trujillo, la familia que siempre llega la última para embarcar en el avión que estamos a punto de coger o
Un año de perro equivale a siete años de persona, donde una pareja de perros y otra de cerdos son los protagonistas de una situación muy humana que ocurre todos los días.
Todos los cuentos son un reflejo de sus estados de ánimo en diversas ocasiones de su vida. Lean el dedicado al Principito y darán toda la razón a Pàmies sobre lo que cuenta y nos hemos callado hasta ahora que él lo narra. Lean
Tres maneras de no decir te quiero, quizá el más elaborado, el más lírico, el más personal y donde aparece la bicicleta del título. Lean todos sus cuentos, porque no sólo no les llevará mucho tiempo, sino que se quedarán con las ganas de releerlos para pasar unos momentos estupendos, ya que la ironía, la originalidad de lo cotidiano y las ganas de reírse de uno mismo están presentes en todas sus páginas. Yo ya lo he hecho. Como dice el último cuento, ¡deberías de haber insistido! Yo también lo he hecho.
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