El escritor indobritánico decide aferrarse a sus raíces y volver a sorprendernos con una historia de raíces, historia, fantasía y cuestionamiento moral.
La idea de India es el centro y el principio de todo el cosmos que se crea en las casi 400 páginas llenas de luz. Hoy en día, India aún crece tradicional y culturalmente por la conocida técnica literaria del story-telling. Es el mismo autor quien reconoce muchas de las historias relatadas como parte de la tradición que vivió de niño: Historias repletas de un realismo mágico que su padre compartió con él.
La novela con que Salman Rushdie vuelve a visitarnos nos envuelve de un aura mágico desde el momento que admiramos el título. Pocos cálculos son necesarios para concluir en Mil y Una Noches la fantasía y tradición oriental que nos presentará desde la primera a la última página. Lejos, sin embargo, no se trata de literatura fantástica en sí misma, también contiene presente, futuro, pasado, verdad y cuestiones morales permutables que quedarán siempre en entredicho.
Desde una división en dos mundos, el escritor consigue un ambiente fantástico donde el principal eje de unión y conflicto entre ambos es el amor. Cuando una yiniri consigue adentrarse en la rutina humana, Ibn Rushd se encuentra desprevenido y desamparado con la única satisfacción de sus historias. Dunia, la yiniri de incógnito, se consagrará como la madre de todas las causas que sucederán posteriormente. En el encuentro pasional entre Ibn Rushd y Dunia una multitud de descendientes yinns con superpoderes poblarán el mundo. Un bebé capaz de detectar políticos corruptos, un dibujante de cómic con poderes desconocidos. Un jardinero, el señor Geronimo, que será junto a Dunia el hilo discordante de toda la acción. El amor, corazón de todas las pasiones desatadas, es el causante de la unión entre dos dioses y la batalla futura entre dos mundos, la pasión versus la razón, que se enfrentarán por la dominación del mundo.
Sin atributos acerca del tiempo y el espacio, lejos de nuestro mundo, Rushdie nos incorpora a un mundo irreal que no tiene en cuenta el tiempo. La atemporalidad y la exploración de un espacio fantástico son el mejor encaje para tratar temas intangibles como: amor y celos, moralidad, intrusismo o fanatismo.
De nuevo Salman Rushdie vuelve para maravillarnos con su don mágico para relatar. Nos transporta a un mundo ajeno al nuestro pero que nos permite cuestionar nuestro presente más inmediato desde una cierta lejanía física. Como siempre, el mago dispuesto a hacer de su novela una obra de arte, y esta vez, en su mejor versión: Dos años, ochos meses y veintiocho noches, un fascinante mundo donde sumergirse.
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