John Riordan, octogenario forense de Scotland Yard, se enfrenta a un sujeto que posee, así lo asegura, delicados secretos del club al que perteneció en 1888. Por él pasaron desde Bram Stoker o H.G. Wells hasta Bernard Shaw. Desde Alfred Waterhouse hasta John Goodall, máximo goleador de la estrenada liga de fútbol. Aquella élite de la confidencialidad viviría, con interés inusitado, las andanzas del asesino más arrogan¬te que se recuerda.
John Riordan, en su condición de ayudante del inspector Abberline, se ve obligado a perseguir sombras que escapan de una época victoriana en decadencia, cuando llega a Londres como un prometedor discípulo del deductivo Joseph Bell y se enfrenta a una inves¬tigación de altos vuelos. Habrá de esperar a la finalización de la II Guerra Mundial para descubrir el mayor enigma de la historia del crimen.
Así, Yo también fui Jack el Destripador se desarrolla en dos líneas narrativas, ambas centradas en el mismo personaje, John Riordan, una en su juventud y la otra cuando ya está retirado definitivamente de Scotland Yard. En ambas se dirige al lector en primera persona, consiguiendo de sobra que le conozcamos a fondo y que seamos testigos preferentes de su evolución a lo largo de los años que separan ambas líneas argumentales.
Por otro lado, Fernando García Calderón también ha logrado reflejar en esta novela cómo era Londres en la época victoriana, sobre todo sus distritos más pobres y desfavorecidos, en los que Jack el Destripador campó a sus anchas. Esos escenarios oscuros, descarnados y decadentes aportan a esta novela una magnífica atmósfera. Y, al igual que sucedía con la evolución del protagonista, también podemos apreciar esa gran evolución de Londres desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.
La trama de esta novela mezcla de un modo impresionante realidad y ficción. Hay que destacar el enorme trabajo que Fernando García Calderón ha hecho a la hora de construir esta novela, consiguiendo que las piezas de la realidad (que aún hoy en día no está muy clara) encajen a partir de las escenas que él ha construido a partir de juegos de palabras en obras de Lewis Carroll, hechos relacionados con otros miembros del Club Diógenes o edificios londinenses de la época victoriana.
En definitiva, Yo también fui Jack el Destripador es la viva expresión de un tiempo fronterizo entre los estertores de un siglo XIX velado por la hipocresía moral y la eclosión de un mil novecientos que pondrá a prueba la capacidad de regeneración del hombre y su instinto de supervivencia.
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