Lascivia y política conviven en esta novela que describe el final de una España, entre revoluciones sociales que se esperaban, y otras más íntimas, más intensas e insólitas, que vinieron sin esperarlas. Así, el reinado de Isabel II se convirtió en uno de los períodos más complejos y convulsos del siglo XIX de la mano de la Revolución liberal; el liberalismo político y la consolidación del nuevo estado de impronta liberal y parlamentaria.
Proclamada reina a los tres años de edad, bajo la tutela de su madre María Cristina, y obligada a contraer matrimonio a los dieciséis años, Isabel II se convirtió en una mujer adelantada a su tiempo, que rompió con el estigma decimonónico de ser un ‘ángel del hogar’.
UNA REINA DESLENGUADA
Con grandes dosis de humor, Soledad Galán pinta a una reina desvergonzada y deslenguada, divertida y castiza, que fue obligada a contraer matrimonio con su primo carnal, Francisco de Asís, a quien ella llama en su intimidad "Paquita", por su carácter afeminado y su escaso entusiasmo en el lecho conyugal.
“A Paco le gustaba el Pardo porque era como él: frío, feo y esmirriado; olía a orines a leguas”, explica la autora, quien durante dos años ha rastreado multitud de documentos históricos de la época y ha leído todas las biografías que existen de Isabel II. “Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo”, espetó la reina tras casarse con
Francisco de Asís el 10 de octubre de 1846.
SERRANO, SU “GENERAL BONITO”
Atacada en su piel por una ichtyose serpentina desde los primeros días de su matrimonio, la reina ahogaba sus penas imaginando otros varones y otras virilidades. Hasta que apareció el general Francisco Serrano, su primer amante conocido, quien la inició en las artes eróticas y amatorias y a quien llamaba el “general bonito”. “Montarlo a él fue mi manantial. Mi balneario”, explica.
Isabel II tenía fama de impredecible y de ser incapaz de controlar sus pasiones. Pronto sus correrías nocturnas por Madrid, y cenas a altas horas de la madrugada en el restaurante Lardhy fueron incorporadas a las coplillas populares y conocidas por todo el pueblo.
SUS AMANTES, UNA CUESTIÓN DE ESTADO
Y no sólo en España llevaban la cuenta de los varones de la reina, sino que en Francia, en la prefectura de Policía de París, se guardaba también un cartapacio, con el número y nombre de sus más importantes amantes. “Me encamé con Arana, sí, que a lenguas se veía que era carlista de corazón, y antes con Manuelito Acuña, mi marqués de Bedmar, otro carlitos maría pero con lumbres en los ojazos. Y en las manos. Me encamé a más con bastantes otros que no aparecían en la lista de la Prefectura de París. Porque el corazón tarda más en olvidar que el cuerpo, y el mío ha tenido por lo común muy poca memoria”.
Pero las desavenencias maritales y la ristra de amantes de la reina terminaron por convertirse en una cuestión de Estado. "Con todas las urgencias de adentro del cuerpo que no se le consienten a una hembra, y menos a una soberana, me volví una mujer serpiente. Podría entonces haberme matado con una cocción de fósforo; sin embargo, no me di al suicidio. Yo doña Isabel II, me di. A todo y a todos".
“Es la historia de una reina a la que no dejaron gobernar . La de una mujer que rompió con los clichés femeninos de la época. Una original visión de los hechos históricos que atrapará a los lectores y sorprenderá a más de uno”, explica la autora.
Soledad Galán dirige e imparte talleres de escritura creativa desde hace catorce años. A raíz de la aparición de su primer libro, Adiós cigüeña. El placer de parir (2009), participa asimismo en congresos sobre Mujer y Maternidad, donde sus conferencias se han convertido en referente nacional. Dentro del ámbito periodístico, ha colaborado como columnista y tertuliana en diferentes medios de comunicación.
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