Gershom Scholem, en su libro "La cábala y su simbolismo", refiere que Maimónides opinaba que todos los pasajes bíblicos sobre la Revelación significan una cosa: que mientras el pueblo de Israel sólo podía oír los sonidos que emitía Dios, Moisés los leía, los traducía o los interpretaba, encontrando en ellos sabiduría. Tal sugerencia nos hace meditar someramente la palabra "nombre". Seguro estoy de que todas las cosas dichas por Dios son nombres.
Borges, en poema dedicado a María Kodama, dijo que "el nombre es arquetipo de la cosa". Tengo para mí que la palabra "arquetipo" habla de algo material y de algo formal. Todo objeto tiene dos aspectos: su substancia y su magnitud. En las letras de "rosa", dice Borges, está la rosa, esto es, sus colores, olores, texturas, etc. Y el Nilo, sostiene el argentino, se contiene en la palabra "Nilo", líquida, que fluye. La palabra es la substancia de la cosa y las cosas, merced al accidente, mudan sus magnitudes. Mas no es hora de filosofar, sino de leer libremente.
Sabido es que Borges leía mucho el "Quijote", información que nos obliga a elegir algún nombre de la gran novela hispana, el "Quijote", para comprobar que el "nombre" es lo que determina a los entes que nos circundan. ¿Por qué don Quijote puso a su rocín "Rocinante"? Dice nuestra RAE que un rocín es un caballo de mala traza y poca alzada. "Rocinante", así, es la expresión máxima de la mala traza y de la poca alzada, o en palabras de Aristóteles, el máximo de un mínimo ("Tratados de lógica").
Don Quijote, leemos, escogió un nombre "alto, sonoro y significativo" para su montura. Alto, pues su caballo, aunque débil, debía servir para altas misiones. ¿Sonoro? En la "r" oímos "arre", en la "o" un galopar y en la "i" un relinchar. Ya sé que el lector, más filólogo y crítico que esteta y cuentista, estará sonriendo maliciosamente y pensando que nuestra "exégesis" es "subjetiva". ¡Y lo es! La subjetividad es la madre de la dialéctica, o diálogo, instrumento con que Cervantes escribió su inolvidable libro.
¿Es significativo el nombre de la bestia que cargó a don Quijote? Su rocín, como los colores, no puede ser explicado, sino visto. No hay rocín rocinante sino en el "Quijote". ¿Por qué? Porque en el "Quijote" el buen Rocinante es propiedad del caballero más grandilocuente y más loco y más vulnerable de todos los habidos, que fue ayudado por el escudero más parlanchín, medroso e indiscreto de todos los hasta hoy registrados en las crónicas medievales.
Pudo Cervantes, o Cide Hamete Benengeli, haber empezado su historia contando que Rocinante, que vagaba solitario, fue encontrado por Sancho Panza, que después lo presentó al Quijote, que en viendo a ambos tuvo la ocurrencia de volverse caballero deshacedor de atropellos. También pudo iniciar su narración diciéndonos que Sancho Panza, ocioso, a fuerza de preguntas logró sugerir al sosegado caballero de la triste figura la idea de salir a buscar aporreadas aventuras. Pero Cervantes dio inicio a su arte describiendo al héroe nunca bien burlado, héroe al que todos estimamos tanto.
A lo anterior, a ese saber acomodar los átomos de una historia de modo que lo más importante, la substancia, vaya enalteciendo lo menos importante, la magnitud, se llama semiótica literaria. ¿Qué resulta de sumar Don Quijote y Sancho Panza? Una tragicomedia. ¿Y qué de sumar Sancho Panza y Rocinante? Comedia pastoril. ¿Y qué de juntar loco y caballo? Mitología cuasi griega. Tolerarán los doctores mis nomenclaturas, más dadas al divertimento que a la generalización.
Sean las líneas escritas invitación para que se lea la Novela con ojos más justos y para que se dé a Cervantes lo que es de Cervantes: la gloria de Moisés, que supo musicalizar los ruidos que atormentaban a su pueblo.
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