Para contar mentiras, ha inventado dos personajes que se interrelacionan en la novela. Por una parte está Q, un escritor, anteriormente periodista de sucesos, que abandona el periodismo para escribir novelas negras, algo que últimamente se está dando mucho, y por otra un brigada homosexual de la Guardia Civil, David Grau, que tiene una peculiar forma de investigar los crímenes que se cometen en tierras valencianas, donde su erudición destaca en contraposición de otros miembros de tan benemérita institución, como es el caso de su superior Manceñido.
El autor valenciano ejerció la profesión periodística en su vertiente institucional, tanto política como medioambiental, pero nunca en sucesos. “Aunque he tenido buenos maestros”, dice en la entrevista que mantuvimos en una reciente visita suya a Madrid. “En mi novela he querido bucear en los rincones más profundos del alma humana y también he querido reflexionar sobre el poder”, señala. Juanjo Braulio ha tenido siempre presente que la máxima expresión del poder es “hacer lo que le da la gana y una de sus consecuencias más radicales es el asesinato”, expresa con vehemencia. “Una de las maneras de sentir el poder es matar a alguien”, sentencia.
Y si hay asesinatos, ya tenemos los mimbres para una buena novela negra. Si además se ubica en una ciudad, Valencia, donde parece que la corrupción está a la orden del día, “no hay ni más ni menos corrupción que en otras ciudades de España. Aquí no pasó nada diferente de lo que ha pasado en otras partes del país”, concreta. Parece que tenemos un escenario privilegiado para una novela. “La corrupción es una herramienta del poder, en sus dos vertientes, la del dinero y la de la violencia”, precisa. Algo de lo que, por desgracia, andamos sobrados por toda la península.
“Valencia está construida sobre un pantano. Hay agua por todas partes, incluso se han variado los cauces del río Turia”, explica el autor y añade “uno de los tópicos de Valencia es que la denominan como ciudad marítima y yo siempre digo que es una ciudad fluvial que está cerca del mar. Es, pues, un pantano inmenso, lo cual no deja de ser el desencadenante de la locura de Q”, revela Juanjo Braulio. Ese pantano inmenso que aflora en la Albufera que tan bien describió Vicente Blasco Ibáñez fue la última ciudad de Europa donde hubo malaria. El escritor vio ese espíritu maligno de la ciudad y que se canaliza por las innumerables acequias que hay en esas tierras.
El silencio del pantano trata sobre ese poder que se mantiene desde hace muchos años. “En Valencia, la élite dirigente ha mandado sin interrupción durante mucho tiempo, aunque hayan llevado chaquetas diferentes según han cambiado los tiempos”, reflexiona. Ha habido familias que se mantienen en el poder desde hace un par de siglos. Incluso alguna, ya estuvo en política desde el siglo XVIII, defendiendo posturas liberales y en la actualidad, pasadas varias generaciones, se mantienen en el poder en la órbita más reaccionaria de la política.
Por eso, a Juanjo Braulio, además de mantener una trama de novela negra sobre el poder, le gusta reflexionar sobre sus consecuencias. De ahí que haya creado dos tramas paralelas donde se ponen de manifiesto las mismas. Y algo que le gusta mucho. ¿Cómo nace un personaje de una novela? Q es el escritor que crea un personaje a su imagen y semejanza. Algo que no deja de ser un poder, también absoluto. “Es algo que no se puede perder, el poder del escritor y el del asesino que quita el futuro a una persona”. La máxima expresión del poder.
Juanjo Braulio ha vivido un cierto tiempo en Suecia y eso le hace conocer bien el fenómeno de la novela negra de aquel país. Algunas cosas le gustan y otras, no. La saga Millenium es de las que no le gustan. Sin embargo el escritor sueco Jens Lapidus es uno de sus favoritos, en especial su trilogía negra sobre la ciudad de Estocolmo. “Reconozco una cierta obsesión por los datos, por la verosimilitud”, declara y eso es algo que se nota porque su novela está bien armada, donde no sobra ni falta nada. Los datos que necesitaba para redondearla los ha sabido conseguir de la policía y eso lo ha traspasado a su protagonista “que sabe muy bien dónde mira la policía”.
Juanjo Braulio se hizo periodista porque lo que más le gusta es leer y la profesión que más relación tiene es el periodismo, “y después de tantos años en el periodismo, dar el salto a la literatura es una consecuencia lógica”, detalla. Estuvo documentándose para escribir la novela unos cuatro meses y tardó ocho en escribirla; durante ese tiempo siguió documentándose. “Me preocupa que los datos sean correctos. Y la documentación es como los cimientos de una casa. Una casa ha de estar bien cimentada y lo mismo ocurre con la novela”, expresa mientras se recoloca sus gafas con montura al aire con las dos manos a la vez.
Durante la conversación da varias claves sobre la novela, pero no quiere que se desvele la trama. “Cogí un tema de actualidad como es la corrupción y el poder. Sobre la corrupción en Valencia me parece que está todo escrito con Rafael Chirbes, por eso me he centrado en la estructura del poder, que sigue siendo el mismo desde hace mucho tiempo”, explica. Ese poder se mueve desde las mafias de la droga, el papel de Puri y el matriarcado que ejerce es paradigmático. Pero también incluye ese poder político que mantienen casi indefinidamente ciertas familias políticas.
Sin embargo, para Juanjo Braulio el protagonista que más le gusta y el que más le ha divertido escribir es el de Manceñido, el superior del investigador Grau. “Es el más sensato, el más apegado al terreno”, cuenta. A Q lo define como una mala compañía, como alguien del que no podemos fiarnos. Aunque hay que reconocer que es el más desequilibrante, el más inteligente y al que no nos gustaría encontrarnos una noche paseando por Valencia.
El retrato de nuestra sociedad actual encuentra su mejor formato en la novela negra. El autor ha sabido construir una novela social abundando en ciertos demonios de nuestra sociedad. Da la impresión de que sabe bien lo que cuenta y que ha podido contar más y no lo ha hecho porque a veces la realidad supera a la ficción y no ha querido que esa realidad lo estropee.
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