Un grupo de amigos en una lluviosa noche de viernes; la Venta "La Nada", un caserón perdido en los montes de Málaga; un anciano atormentado por sus fantasmas y un enigma del pasado, oculto durante décadas, por descubrir. En este escenario, propio de novela de terror, el paso del tiempo, la muerte, el desamor, la nada o el olvido son algunos de los monstruos que van aterrando a Néstor Pérez hasta el punto de confundirse el pasado con el presente, lo real con lo imaginario, la cordura con la locura. Mientras, tratará de vivir la otra vida de su tía abuela Estrella en "Ancestra", un sueño de un grupo anarquista de los años previos a la guerra civil consistente en rescatar del pasado y del olvido a todos y cada uno de los antepasados del pueblo, para salvar su recuerdo de esos monstruos.
Este proceso de almacenamiento de recuerdos para que todos los que ya nos han dejado sigan entre nosotros se asemeja a una utopía en la que nadie será olvidado, siendo éste uno de los principales temores al morir: que nadie se acuerde de nosotros. Los seguidores del anarquismo individualista intentaron guardar algo de todos y cada uno de los habitantes del pueblo en el que este grupo vivía, pero discrepancias acerca de la importancia de la revolución con respecto a otros elementos cotidianos como los sentimientos o el desacuerdo entre el modo de hacer la revolución, si mediante las armas o las conciencias, junto con el estallido de la guerra civil, acaban con este proyecto.
Nombres como Ancestra o La Nada hacen referencia de un modo subyacente al paso del tiempo y a la memoria e inmortalidad. Cuando entramos a formar parte del pasado, nadie nos recordará y pasaremos a formar parte de la Nada. Esta lucha entre presente, pasado y futuro está presente a lo largo de toda la trama y es un elemento decisivo para el desarrollo de la acción. La vida presente de Néstor se contrapone a las epístolas en las que su tía abuela hablaba de la creación de Ancestra, donde todos serían recordados, por lo que en cierto modo serían inmortales. Vivirían en nosotros.
A su vez, igual que el ilustre don Miguel de Unamuno en Niebla, el autor se introduce en su novela como un personaje más; en este caso no se presenta como el escritor que ha dado vida a la obra, sino como el biólogo que es, y es capaz de reconocer algún que otro defecto suyo en la narración. Eso sí, es un personaje secundario que no interviene de modo determinante en el desarrollo de la obra.
También hay que destacar que una serie de 10 ilustraciones acompañan en su primera edición a la obra del escritor malagueño. Una de ellas, además, protagoniza la cubierta del libro. Estos dibujos son obra de María Dolores Olea, pintora de arte abstracto.
En definitiva, una gran obra de intriga, pasión, drama y terror basada en el problema insondable que es la inmortalidad, centrada en el recuerdo dentro de los demás.
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