¿Qué sucedió aquella noche en la fiesta de cumpleaños de Jorge Washington Noriega? Durante un paseo por el centro de la ciudad, dos amigos, Leto y el Matemático, reconstruyen esa fiesta a la que no acudió ninguno de los dos. Circulan distintas versiones, todas enigmáticas y un poco delirantes, que son revisadas, vueltas a contar y discutidas. En esa larga conversación cruzan anécdotas, recuerdos, viejas historias e historias futuras.
Tomando como modelo El banquete de Platón, el argumento estaría cercano al intento imposible de reconstruir un relato. ¿Cómo narrar? ¿Cómo y qué narrar en una historia pasada? ¿Cómo contar la violencia, la locura, el exilio, la muerte?
Así, Glosa se presenta como un viaje irónico y un viaje sentimental. Esta novela incluye lo que constituyen los núcleos básicos del mundo de Juan José Saer, para quien narrar es, antes que nada, delimitar un espacio y una voz. Un trabajo muy sutil con los ritmos del relato y con la estructura del habla, que da lugar al tono de una prosa que modula los motivos, los temas, las variaciones, según un modelo de composición musical.
Así, el estilo del autor en esta novela es muy bueno; es un estilo fuerte y lleno de energía, variado, con geniales descripciones, atento incluso al más mínimo detalle y con una estructura lingüística compleja que el autor parece sostener sin esfuerzo durante toda la novela.
Por otro lado, la idea principal sobre la que se basa la trama es interesante y curiosa. Pero, en mi opinión, no consigue atrapar lo suficiente como para absorber al lector y obligarle a seguir leyendo. La trama de Glosa se desarrolla de forma bastante lenta para mi gusto, fundamentalmente por las diversas anécdotas o hechos aleatorios que Saer va introduciendo a lo largo de las páginas. Algunas de estas interrupciones están bastante bien, pero la mayoría frenan la trama y provocan la pérdida de interés ante un argumento que no avanza.
En cualquier caso, esta novela es fiel a la obra de Saer y, pese a que su trama no me haya llegado a convencer, es innegable que el estilo del que el autor argentino hace gala en Glosa es impecable. Además, esta obra define uno de los caminos centrales de renovación en la literatura argentina después de Borges.
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