En la España del siglo XVIII donde un campesino y un noble lo eran por designio divino y en la que el código de vestuario era tan importante como para estar regulado por ley, podíamos encontrar impostores, suplantadores y travestidos que tuvieron la habilidad de burlar el orden establecido para adquirir una nueva identidad y forjar su propio destino.
Antonio Calvo Maturana en
Impostores. Sombras en la España de las Luces (Ediciones Cátedra), recorre el fenómeno de la impostura, que no se limita a la búsqueda del lucro personal, sino que muy frecuentemente suele ser un atajo ante los obstáculos que presenta el camino de ascenso estamental buscando el honor y el reconocimiento.
Después de establecer los diferentes tipos de impostura, el autor divide el texto teniendo en cuenta los diferentes estamentos de la sociedad. Comienza así su recorrido por la realeza y la nobleza con ejemplos como el Príncipe de Módena o el conde de Montalbán, hijo de Carlos III, para después continuar por los impostores eclesiásticos, donde destaca Francisco de Mayoral que llegó a ser arzobispo de Toledo y cardenal.
Otro apartado agrupa a toda una serie de espías, aventureros y conspiradores de todo tipo que legitimaron su farsa en el contexto del servicio a un señor o a una causa. En este caso podríamos hablar de Alí Bey “el abasí”, que en realidad era Domingo Badía (que fuera ministro de Carlos IV).
Caso aparte merecen las mujeres disfrazadas de hombre que, además de librarse por su disfraz de las trabas impuestas a su sexo por la sociedad patriarcal, encontraron en algunos casos salida a una identidad sexual incomprendida en la época. Por los márgenes de esta sociedad estamental (puntos muertos de la omnisciente mirada de Dios y del rey) se movieron los impostores, hombres y mujeres que pusieron a prueba el supuesto inmovilismo del Antiguo Régimen.
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