Su novela se sale de los parámetros en los que se mueve el género negro. Para ello ha ideado una ruptura del elemento cronológico y la cronología, algo que hacen escritores como Paul Auster y Haruki Murakami que tanto le gustan al autor. “Para mí, la atmósfera es muy importante, los cómos. Me interesa más sugerir que dar datos precisos pero, ante todo, lo que quiere es que sea legible y a cuántos más lectores llegue, mejor. Siempre, con la intención de que no se pierdan”, reflexiona con talento.
La obra es una novela dentro de una novela. El protagonista, Simón Lugar, -el apellido lo coge por la atracción que siempre tuvo de los lugares-, es un escritor misógino que vive encerrado en sus obras hasta que conoce a Eme, una enigmática mujer que le ayuda a terminar de perfilar la novela que está escribiendo, que no es más que la voz interior que hay dentro de ese autor, y por la que está sufriendo diferentes presiones por parte de la editorial y de su agente literario. “Simón Lugar y yo sólo coincidimos en que ambos nos planteamos en hacer un novela distinta”, alude entre risas, sugiriendo que puede haber algo más que no nos va a desvelar y añade “no llego a los grados de histeria y soledad de Simón”. Algo que está claro, porque Mikel Alvira es un gran comunicador que se siente a gusto montando performances.
Miker Alvira se define como “un escritor que escribe con las tripas, que escribe lo que no se espera de mí, gracias a esas tripas”. De ahí que le guste llevar al lector a la confusión y al despiste. “Como escritor soy un poco tramposo pero nunca llego a ser desleal, canalla o un fraude para el lector”, advierte. La trampa que busca es el guiño con el lector, dar una vuelta de tuerca a la historia pero huyendo de que el lector se sienta engañado.
El narrador de la historia va cambiando, de primera persona cuando escribe la historia de Rebeca a tercera persona cuando relata la trama del libro, la base del mismo. “Cuando escribo en primera persona es porque busco acercarme más al lector, me da más matices, como una paleta de colores que me permite más amplitud de miras”, manifiesta con convencimiento. El peso de la novela está en esa tercera persona que juega con el lector con saltos cronológicos y de diferentes tramas. “No busco el caos o la confusión, busco los matices, que la novela sea más poliédrica”, señala.
“En cada novela me suelo hacer diferentes preguntas a las que trato de responder. Sería muy triste escribir siempre igual. En el momento que alguien no se hace preguntas estaría perdido”, expone. Y quiere que el lector se haga también diferentes preguntas, de ahí la estructura que utiliza en la novela con diferentes cambios de historia y saltos en el tiempo de delante a atrás y viceversa. “Esta estructura ha sido un reto para mí”, subraya. Estructura, por otra parte, que funciona perfectamente aunque nos desvele al principio lo que va a suceder.
Esa “trampa” de poner el enigma resuelto al principio es todo un reto, ya que “lo difícil es mantener el pulso de la narración cuando ya sabemos, lo cual es muy morboso, por otra parte”, nos descubre. De ahí que repita lo importante que es para él sugerir y la atmósfera. “La historia es el pretexto para hacer ciertas reflexiones literarias”, detalla. Lo cual no quiere decir que la trama sea desequilibrada y que el resultado final es equilibrado y absolutamente creíble.
Ya hemos dicho que la atmósfera es muy importante para el escritor navarro, sin embargo, sus localizaciones son muy abiertas, en contraposición a su oficio de historiador donde tiene que ser muy preciso como ha demostrado en los ensayos históricos y filosóficos que ha publicado.
Cuando se sienta a escribir, ya sabe lo que va a suceder con respecto a la trama. “Siento fascinación por todo el proceso creativo. Releer, corregir, todo es un proceso creativo en el que disfruto desde el primer momento. Como repito muchas veces, no sé no escribir”, confiesa y añade que
La novela de Rebeca “responde a mis inquietudes. No concibo a un escritor que sea conformista”. Algo que se nota en su literatura.
Sin embargo, reconoce que estilísticamente “soy muy purista. La herramienta de un escritor es la palabra, que hay que construir bien, cuidando los giros y las expresiones”, expone. De ahí que busque la excelencia en la confección de su literatura. “Hice un ejercicio de ir al grano, de no perderme en vericuetos”, sostiene razonadamente.
“En la vida nos suceden cosas sin orden ni lógica, no todo en la vida es controlable y medible. Mi novela no tiene que seguir una lógica. Por eso busco que el lector sea mi cómplice y que la novela sea un puzle en el que el lector ponga la última pieza” indica. Salirse de lo común es su objetivo, de ahí que busque esas estructuras diferentes que se salen del uso común. “No soy ningún pionero, soy una persona exigente conmigo mismo. Un inconformista al que le gusta enredar”, concluye con una sonrisa inquietante, como su novela.
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