En esta entrevista con su autor, hemos comentado algunos temas en relación con la novela como la corrupción en el Vaticano, los altos cargos colocados a dedo o los servicios de inteligencia españoles.
¿Qué le llevó a escribir Salvemos al Papa?Llevo más de treinta años en el periodismo económico y también escribiendo todo tipo de literatura, desde novela fantástica a relatos breves… aunque
Salvemos al Papa es la primera de mis novelas que ve la luz. Quizás por llevar tanto tiempo escribiendo, tenía ganas de hacer algo totalmente diferente, rompedor, divertido, iconoclasta… Comencé a escribir
Salvemos al Papa para divertirme y para demostrarme hasta dónde podía llegar contando historias con total libertad, sin cortapisas… Eso que llamamos “políticamente correcto” ha hecho mucho daño. Estoy harto de aburrirme al intentar leer libros y artículos ramplones, sosos, presuntuosos, que no se atreven a decir las cosas claras. Salvemos al Papa pretende precisamente eso: hay que contar las cosas como son, sin mojigaterías, sin rodeos, con descaro, con humor, sin importamos a quién le pisamos un callo o le sacamos los colores… Ya está bien de hacer literatura de diseño y presuntuosa, para quedar bien. En este mundo pasan muchas cosas que hay que contar con rigor, pero también con absoluta libertad y descaro.
¿Por qué escogió una conspiración contra el Papa para la investigación?El Papa es el alto cargo mundial con más historia. Tenemos papas desde hace dos milenios. Conspiraciones contra los papas ha habido cientos a lo largo de la historia. Pero, además, Francisco es un papa diferente, que llegó reclamando, y son sus propias palabras, “una Iglesia pobre para los pobres”. Es un papa que en su primera encíclica, Laudato si’ (“Alabado sea”, en dialecto umbro antiguo), les da una sacudida a los poderosos de la tierra… Francisco se ha ganado el apoyo de millones de personas, pero también se está ganando muchos enemigos, precisamente entre esos poderes terrenales que él mismo denuncia. Es un tema perfecto para hacer una novela en la que, además, arremeto contra esos mismos personajes que sólo piensan en el poder y en el dinero, contra esos que han olvidado que todo esto de la Iglesia comenzó hace más de dos mil años no en un palacio, o en un ático de lujo (como los de algunos miembros del alto clero), sino en un modesto portal… que ni siquiera era de Internet, sino de mulas y bueyes, en un pueblo perdido de Palestina.
¿Cómo ha sido para usted montar una trama de tales dimensiones?Muy divertido. He jugado al esperpento, a los espejos que deforman la realidad. En la novela hay una trama que parece una cosa pero que luego, sobre la marcha, se convierte en otra… que tampoco es más que otro reflejo deformado. De hecho, me ha gustado enredar mucho la historia para luego desenredarla de golpe y buscar un final inesperado. Y para inspirarme, para terminar de tejer la trama, no he tenido más que apoyarme en la realidad: cuando uno abre el periódico, se encuentra casi todos los días tramas aún más increíbles que la de Salvemos al Papa.
¿Definiría el libro como una novela negra o dentro de otro género?Parece una novela negra. Pero sólo lo parece. Volvemos a jugar con los espejos deformantes. Porque yo defino Salvemos al Papa más bien como una novela picaresca, o como una vuelta al esperpento, géneros que en su momento estuvieron en la cumbre, pero que ahora parecen arrinconados por esa plaga de lo “políticamente correcto” a la que aludía al principio. Novela negra picaresca y esperpéntica sería la definición completa de Salvemos al Papa.
¿Cómo describiría el humor que emplea a lo largo de la novela?Salvemos al Papa está escrita con un humor gamberro, sin cortapisas, casi salvaje. Al escribirla, a veces me ha parecido estar dentro de una película de Alex de la Iglesia, o de Quentin Tarantino, o del primer “Torrente”, porque creo que he montado escenas muy alocadas, pero muy cinematográficas, en busca del impacto directo, para lograr la carcajada del lector/espectador. Y muchos lectores ya me están diciendo que se han partido de risa al leer Salvemos al Papa. Y esa es mi mayor satisfacción: en medio de tanta crisis, de tanta corrupción, de tanta porquería, por lo menos vamos a reírnos de la pandilla de sinvergüenzas, chorizos y corruptos que son los auténticos culpables de todo lo que nos está cayendo encima.
¿Con cuál de los personajes del Comité de Coordinación Conjunta Antiterrorista Internacional se lo ha pasado mejor a la hora de escribir?En realidad con todos, porque son muy diferentes: un funcionario trepa y corrupto, quizás el personaje más caricaturesco e hilarante; un alto cargo inquietante que mueve los hilos; una especie de agente secreto que es mucho más que eso… Y dos mujeres increíbles: una brillante funcionaria de policía y una auténtica súper funcionaria, súper profesional, súper trabajadora, súper madre, superwoman… Este último personaje, que además está inspirado en la realidad, es mi favorito. En general, las mujeres de esta novela son mucho más inteligentes y eficaces que los hombres. Y las malas, que también las hay, son mucho más malas. Como en la vida misma.
En Salvemos al Papa aparecen agentes de inteligencia extremadamente letales y eficaces. ¿Ha querido resaltar con esta novela que no todos los agentes de los servicios secretos españoles son como Mortadelo y Filemón?No conozco en profundidad cómo son los servicios de inteligencia españoles, pero creo que últimamente han salido demasiado en los periódicos y en las televisiones… lo cual demuestra que lo de “inteligencia” a veces no debe funcionar. Hace poco un amigo incluso contó que, cuando hace años él estuvo destinado en la Embajada de España en Washington, había por allí un espía español y que, de vez en cuando, los de la embajada cenaban con él. ¡Vaya birria de espía español, si se dejaba ver con diplomáticos españoles! Me temo que, en estos tiempos, hasta los servicios de inteligencia deben estar en exceso politizados y contaminados de amiguismo. Pese a ello, seguro que hay magníficos funcionarios, aunque quizás no puedan funcionar siempre como deberían. Por lo demás, esos personajes “letales y eficaces” que aparecen en Salvemos al Papa tampoco son exactamente agentes de inteligencia. Pertenecen a lo que debería ser de verdad un servicio de inteligencia, algo que está mucho más oculto, mucho más por debajo (o por encima, según se mire), de lo que sería un servicio de inteligencia. Precisamente se trata de parecer una cosa y ser otra totalmente diferente. Eso supongo que debe existir en el mundo real. Pero si de verdad existe, es normal que nunca lo hayamos visto… Y ese perfil más allá del típico “agente secreto” es el que he querido mostrar en Salvemos al Papa. Supongo que, si alguno de estos agentes se reconoce en la novela, por supuesto se abstendrá de decirlo… al menos hasta que se jubile y quiera escribir sus memorias desde un remoto paraíso caribeño… o fiscal.
En la novela muestra cómo funcionarios de alto rango, incluso con acceso a la presidencia, están nombrados a dedo y son más que incompetentes. ¿Cree que algún día esto cambiará?Eso es una realidad que todos conocemos. El estilo “digital” de todos los gobiernos, la preferencia a usar el dedo en lugar del cerebro al formar equipos. Los partidos políticos, incluso los llamados “emergentes”, se han convertido en agencias de colocación de sus cargos, familias y amigos. En ocasiones, puede darse la coincidencia de que, además, el “colocado” sea un gran profesional. Pero lo que vemos cada día en las noticias nos muestra todo lo contrario. Afortunadamente, también hay grandes funcionarios de carrera, que son los que siguen llevando al Estado sobre los hombros, sea quien sea el incompetente primo, amigo o cuñado que ha sido nombrado asesor o director de vete a saber qué, sin más curriculum que el Libro de Familia o la foto de la orla de graduación.
¿Hasta dónde llegó la corrupción en el Vaticano?Hasta lo más hondo, como siempre a lo largo de los siglos. La Iglesia es la empresa más duradera de la historia, más inmutable. Es normal que haya sido también de las más corruptas. “Roma veduta, fede perduta, vista Roma, perdida la fe”, reza un antiguo dicho. A Juan XXIII le preguntaron una vez cuánta gente trabajaba en el Vaticano. “Aproximadamente la mitad”, respondió. Es muy probable que la otra mitad se dedique a otras cosas. Y cuando el Diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo. Pero ya hemos visto que en los últimos tiempos, desde los años ochenta, la corrupción se ha cebado sobre todo en el banco vaticano, en el IOR, convertido en un auténtico lavadero del dinero negro internacional. El banco de la Iglesia era, hasta la llegada de este papa Francisco, uno de los bancos preferidos por los mayores corruptos y delincuentes del escenario mundial.
¿Cómo está el papa Francisco luchando contra ella?Pues muy a fondo. Ha puesto orden en el banco vaticano, el IOR, para que sirva a los intereses sociales de esa Iglesia “pobre y para los pobres”. Ha decretado que el IOR se someta a las normas internacionales bancarias y de control del dinero negro. Ha firmado un convenio con las autoridades fiscales italianas para informar de cualquier delito contra la hacienda pública. ¡Ha hecho incluso un corralito! Porque ha encontrado en el IOR un montón de cuentas secretas, con un montón de millones de euros, y ha dicho: “Para la caja. Al balance del banco”. Me imagino qué cara habrán puesto los defraudadores y delincuentes titulares de esas cuentas. ¿Cómo van a recuperar su dinero negro? ¿Confesándose ante el Pontífice? ¿Rezando un millón de Ave Marías? Tienen que estar bien jodidos, con este corralito… aunque en propiedad habría que llamarlo “cepillito”, porque Francisco “ha pasado el cepillo” y ha metido en él el dinero de muchos delincuentes. A principios de los ochenta, cuando los escándalos del IOR comenzaban a conocerse, escribí mucho sobre ellos en el diario económico Cinco Días… Y en la trama de Salvemos al Papa aparecen algunos personajes enfurecidos por el hecho de que el Papa se atreva a tocarles “lo más sagrado”: el dinero más negro y sucio del planeta.
¿Podría señalarnos uno de los episodios absurdos de la novela que esté basado en hechos reales?Hay unos cuantos. Igual que personajes: muchos de ellos son caricaturas o, mejor, esperpentos, de personajes tomados de la realidad. Algunas de las conversaciones más increíbles y absurdas están calcadas de conversaciones reales. Pero, como al fin y al cabo soy periodista, no debo desvelar ciertas fuentes y prefiero que sea el lector quien decida. Además, como comentaba antes, no hay más que ver las noticias para encontrar, cada día, historias aún más absurdas e increíbles que las narradas en Salvemos al Papa. Lo único es que quizás, precisamente por el perverso imperativo de lo “políticamente correcto”, no están contadas con tanto desparpajo y libertad como en la novela.
¿Está trabajando en alguna nueva novela?Yo intento escribir ficción todos los días. Para mí es una necesidad, un gozo… aunque también disfrute, como periodista, al escribir sobre diversos aspectos de la realidad económica, política, social... Hace muy poco terminé de pulir la segunda entrega de lo que pretende ser una trilogía papal: se trata de una continuación de Salvemos al Papa en la que aparecen nuevas conspiraciones contra el Pontífice, nuevos personajes más malvados que los anteriores, y se mantienen algunos de los “buenos”, de los que siguen defendiendo al Pontífice… a quienes también se suman refuerzos. Para reírme aún más, los he embarcado a todos en un crucero de lujo, que se convierte en el barco del amor y del terror, un trasatlántico de película… Y no cuento más. Pero sí puedo asegurar que las pocas personas que ya han leído parte de esta segunda novela, se han reído aún más que con la primera. Y, como se trata de una trilogía, estoy terminando ya la tercera parte, que ahora mismo estoy actualizando y retocando a raíz de esa reciente encíclica papal, la Laudato si’, que sin duda ha puesto de los nervios al cien por cien de los corruptos, sinvergüenzas y chorizos poderosos de este planeta.
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