El escritor neoyorquino Frank Benedict arrastra más secretos de los que puede soportar. Inmerso en una difícil crisis personal, decide emprender un inesperado viaje a Triunfo, un pequeño pueblo del norte de México, tras los pasos de un padre al que apenas conoció. Su búsqueda confluirá allí con la historia de Sam Lonergan, el último gran director maldito de Hollywood, y la de aquellos que, como él, se bebieron la vida hasta sus últimas consecuencias. Las andanzas de Lonergan junto a su padre, evocadas por los vecinos del lugar, conducirán a Benedict a un viaje de exploración interior para encontrar respuestas, un viaje tan desesperado como la última gran película del cineasta.
Me gustaría empezar diciendo que las primeras setenta u ochenta páginas de la novela se encuentran entre lo mejor que he leído en todo el año. Creo, sin ninguna duda, que la manera en la que se plantea la trama de
La balada de Sam es lo mejor de la novela. Desde el momento en que a Frank le trastocan todas las ideas que le habían inculcado sobre su padre, quien abandonó a su familia cuando era niño, hasta la conversación que tiene con su evasiva madre a propósito de lo anterior, todo ello mientras pasa por una crisis de pareja ya que su mujer le ha sido infiel y su decisión de buscar la verdad aunque no sabe con exactitud lo que está buscando.
Por otro lado, lo que resta de novela hace justicia a este inicio tan desenfrenado a la vez que brillante. Las anécdotas de Frank en un pueblo mexicano de la frontera y lo que poco a poco va descubriendo consigue mantenernos en vilo y atraparnos en el argumento sin dificultades mientras vamos profundizando en los datos que va consiguiendo sobre su padre, el director Sam Lonergan y aquéllos que le rodearon.
Sam Lonergan, pese a haber fallecido bastante antes del momento en que se inicia la novela y pese a no aparecer directamente, es un personaje totalmente genial. Se le define como un artista que hizo de su obra su propia vida y por ello acabó consumido en un vano intento por alcanzar la creación perfecta. Es, por así decirlo, el alma que da vida a todos los acontecimientos que aparecen en la novela de
Javier Márquez.
A su vez, el retrato que
La balada de Sam nos muestra de los pueblos de la frontera de México es bastante bueno. Esos pueblos ubicados en el norte de México pero que viven con las costumbres del sur fueron los escenarios de las películas de Sam Lonergan y nos descubren lugares con su gente y su historia, pero que en el fondo son pueblos sin tiempo ni espacio, un lugar.
En definitiva, entre caballos, corridos y mucho tequila, el lector descubrirá en
La balada de Sam una trama excepcional y una cultura tan exótica que se sentirá como un niño ante la pantalla de cine y quizás emprenda su propio viaje interior.
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