En “
jardín” sigue hablando del mismo tema que en su anterior novela “
La soberbia juventud” que es lo que realmente apasiona de
Pablo Simonetti y es el tema de la identidad personal. En esta ocasión versa sobre una madre, ya anciana, que tiene tres hijos, -algunos rasgos de la novela son autobiográficos-, y lo que este señor recibe de ellos. Sus dos últimas novelas son de “autoficción”, como las define el propio autor. “Pero en esta ocasión, el disfraz de la ficción es más aparatoso que en la anterior. Es un disfraz más tenue para poder generar una mayor intensidad en el conflicto”, explica pausadamente.
“
jardín”, con minúsculas, es una novela introspectiva, donde los sentimientos afloran constantemente. “Cuando pienso en un jardín lo hago con minúsculas. Tardé en escribirla muy poco, entre un mes y mes y medio y todo su desarrollo lo vi completo desde el comienzo”, nos dice en la entrevista que mantuvimos en la misma cafetería del hotel donde nos citamos el año pasado. La idea de escribirla surgió cuando le llamó un amigo para comunicarle que la casa donde vivió parte de su infancia iba a ser demolida y decide ir a verla por última vez. Lo mismo le ocurre al narrador del libro, de ahí que “sea totalmente autobiográfica”, pero cambiando algunos detalles, por ejemplo, en la vida real son cinco hermanos en vez de tres.
El origen de la novela es una madre que no asume sus responsabilidades sobre su propia vida y que involucra a sus hijos en las decisiones a tomar poniéndolos en una situación difícil. “Siguen viviendo una estructura de poder que viene de su padre. Así se siguen moviendo en un equilibrio inestable, permaneciendo el mismo sistema de relaciones y conflictos de la familia, pero ya con el hijo, Franco, que asume ser el cabeza de familia, aun no siendo el mayor”, cuenta Pablo Simonetti sobre su nueva novela.
“Es un juego de espejos entre los padres y los hijos. Con una madre resignada que refleja, inconscientemente, un sistema patriarcal”, dice el escritor chileno, sistema patriarcal que se da con excesiva frecuencia en tierras latinoamericanas. Los hermanos están enfrentados por el poder en la familia. Es una herida que ha quedado abierta desde la muerte del padre. Para el autor, el retrato de esta familia es “la de una que se lleva bien de puertas para afuera”, dentro ya es otra cosa.
En “
jardín”
Pablo Simonetti utiliza sus conocimientos de jardinería. “Mi madre fue paisajista y la acompañaba en algunas ocasiones a su trabajo”, recuerda. Por eso, tenía guardado en su memoria muchos de los conocimientos que despliega en la novela. Además, “mi madre tenía una diario donde anotaba las anécdotas de sus hijos”, reconoce y eso le ha ayudado para escribir la novela.
“El jardín era y es un lugar importante en mi casa. Lo cuido con mucho ardor. Es un lugar de pertenencia, de identidad y memoria. Un lugar donde paso mucho tiempo solo y no experimento una sensación de soledad”, cuenta con mirada lánguida recordando los años de infancia pasados junto a su madre.
La novela está escrita en primera persona por un narrador vicario. Es uno de los protagonistas, pero la protagonista principal es la madre, sobre la que gira toda la trama. Es una primera persona subjetiva. “Yo intento contar lo que sucedió y sacarme cualquier engaño o secreto familiar, ya que ello es pernicioso y daría paso a una falsa realidad”, elucubra el escritor chileno.
Para él, “esta familia sufre de los males del patriarcado machista que aún permanece en Chile. Aunque ya se están aprobando leyes que buscan la igualdad de sexo, creo que al hombre heterosexual hay que ponerlo en un aprieto para que deje el poder”, expone desde su condición de gay reconocido.
En el formato de novela breve se ha sentido muy a gusto. Reconoce que en el cuento no se desenvuelve bien, que prefiere formatos más largos para dejar libertad a los protagonistas: “jardín me dio mucho gusto escribirlo. Aquí el trabajo, al ser más breve, ha de ser más de orfebrería, hay menos espacio a la contemplación y no hay una segunda oportunidad. En cada frase te estás jugando la novela. Aquí no hay espacio para el descanso”, argumenta con razón.
En un texto breve como “
jardín” no hay espacio para un desarrollo pormenorizado de los protagonistas. “Es una literatura en que cada palabra tiene que tener un significado preciso. No hay espacio para la digresión. De ahí que el lenguaje sea más pulsante”, finaliza este escritor que le ha cogido el gusto a viajar a España y ya la va conociendo muy bien.
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