«Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero lo que se tiene que escribir es lo que no se puede decir.» Dragó hace suya esa frase de María Zambrano en esta novela de no ficción donde todos los personajes, menos uno, aparecen con nombre propio y en la que sigue las huellas literarias de Dostoievski (Crimen y castigo), Arthur Koestler (El cero y el infinito), Truman Capote (A sangre fría) y Emmanuel Carrère .(Limónov).
La crónica de los delitos y el cautiverio de Luis Roldán, ladrón con mando en plaza, chivo expiatorio del felipismo y protagonista del mayor episodio de aislamiento penitenciario de nuestra historia, y la de la trepidante búsqueda emprendida por el autor en seis países al hilo de una dura peripecia personal se recortan contra el telón de fondo de la España de las corrupciones, las imposturas y la picaresca.
¿Para qué molestarse en inventar personajes que ya existen en la realidad? Dragó, con este relato atemperado por la compasión que el oficio de novelista exige, salta de la España mágica de Gárgoris y Habidis a la España corrupta de la hora actual y acomete una aventura literaria de alto voltaje. Nadie busque en este thriller, en esta novela histórica, en este cuento filosófico, en este «yo acuso», en este «mea culpa», en esta radiografía de un país enfermo, en este harakiri de un escritor, en esta mirada por el ojo de la cerradura de la conciencia de un delincuente, periodismo a secas ni árida investigación, aunque de la segunda haya mucho entre bastidores, sino confesión ajena y propia llevada al límite («¿somos todos Roldán?» es la pregunta, atroz, que sobrevuela el libro) y literatura narrativa puesta al servicio de la verdad. «No enseño. Cuento», decía Montaigne. Y eso es lo que aquí, sin vestir togas ni subirse a púlpitos, hace su autor.
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