Hombre sobre una escultura nos relata la vida de un grupo de amigos (un fotógrafo, una actriz y el crupier de un casino) que acompañarán a Hércules Degard, protagonista y narrador, en su extraño intento de transformar la sociedad a través del arte. Los sueños y la vigilia de Hércules se entremezclan así con una sutil operación de desfalco que se verá amenazada por la pronta aparición de una antigua musa del protagonista, que encierra más de un misterio.
Este libro se caracteriza por ser capaz de envolvernos en una tormenta de sensaciones prácticamente desde sus inicios. Centrándose en la figura de Hércules, un hombre con su pequeño toque de locura que se dedica al mundo del arte, siendo su oficio el ir a ver representaciones teatrales o exposiciones de arte para considerar si son susceptibles o no de recibir una subvención. Y su particular manera de entender y de apreciar el arte será fundamental no sólo para su labor profesional, sino también para describir su modo de ver el mundo.
A su vez, la novela entrelaza la realidad que vive Hércules con sus sueños y con los textos que escribe. Aunque en alguna ocasión dicha interacción puede llegar a parecer algo confuso, el resultado final es absolutamente genial y consigue reflejar de manera muy acertada esa búsqueda de la transcendencia que el protagonista persigue a lo largo de toda la trama en su constante empeño de vivir la vida de una forma diferente.
Una parte importante de la novela la componen los monólogos interiores de Hércules, que yo definiría como extraordinarios ya que rebasan un estilo que consigue ser a la vez fascinante, insultante, divertido, profundo, divertido, conceptual y absurdo. Sólo por las divagaciones internas de Hércules ya merece la pena leer
Hombre sobre una escultura ya que son la parte esencial de esta pequeña obra de arte.
En cuanto al resto de personajes, hay que destacar que ninguno de ellos sobra en la novela. Todos influyen de un modo u otro en la mente y en la personalidad de Hercules, que poco a poco iremos descifrando según vayamos conociendo a todos y cada uno de ellos.
En definitiva,
Álvaro del Olmo nos ofrece con su primera novela una apuesta brillante; una creación curiosa, inquieta y provocadora. Hombre sobre una escultura es una magnífica obra, sin un lugar ni un tiempo definidos, que nos sorprende con un estilo arriesgado y original que será difícil de olvidar.
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