Luis Folgado fue el primero en tomar la palabra en el salón de la fundación Ortega y Gasset. En la introducción señaló que “La última distinción” es una obra que llega al lector y le hace pensar, con un punto galdosiano que hace que el lector aprenda y conozca la historia casi sin darse cuenta”. Alabó a
Manuel García Félix por su capacidad de trabajo y su gusto literario. Algo que se puede apreciar leyendo sus sentidas páginas.
La última distinción es una novela histórica de factura impecable que discurre en pleno siglo XIX, durante el reinado de Isabel II. Un periodo histórico poco estudiado que discurre entre la década ominosa de 1844-54 y los consiguientes bienios progresistas y moderados que dejarían paso a los gobiernos de la Unión Liberal y que desembocarían en la revolución de 1868. Fue una etapa caracterizada por un intento modernizador de las estructuras del Estado, pero también de una férrea represión a todo movimiento liberal. En ese escenario discurre la novela de
Manuel García Félix.
Después del editor tomó la palabra el ex futbolista del Real Madrid y del Real Zaragoza
Miguel Pardeza, filólogo de formación y especialista en la obra del periodista César González Ruano, como hemos apuntado anteriormente. En su intervención, que quiso leer, para medir bien los tiempos, desgranó la idiosincrasia de la novela. Ustedes se preguntarán qué pintaba el futbolista en una presentación literaria. La primera razón ya la hemos expuesto; la segunda es que el autor y el futbolista de la quinta del Buitre son naturales del mismo pueblo, La Palma del Condado.
Miguel Pardeza y Manuel García comparten el gusto por la literatura y ambos son personas que en sus trabajos literarios y lingüísticos manejan una profusión de documentación casi ingente. Pardeza apuntó a la “verosimilitud” como principal virtud de la novela, aunque no la única. “Manuel busca la perfección en su escritura. Es puntilloso en sus descripciones de escenarios y le gusta enseñar sobre un trasfondo histórico”, sostiene con meticulosidad.
Manuel García Félix tomó la palabra en último lugar y tras los consabidos agradecimientos a la editorial y la institución que acogió la presentación nos descubrió algunos de los secretos de su novela. “La historia me la encontré en un legajo del Archivo Diocesano de Huelva. Si hubiese escrito un tratado histórico la historia podría haber quedado demasiado farragosa, por eso decidí novelar los hechos que el legajo reflejaba”, detalla con meticulosidad en la presentación de su libro en un lluvioso anochecer madrileño.
La historia que cuenta en la novela Manuel García es la de un pleito por unas lápidas en la parroquia de su ciudad. Los terratenientes quieren hacer valer sus derechos sobre las tumbas de sus antepasados e intentan boicotear la remodelación de la iglesia. Pero no hay en la novela sólo eso, hay una gran historia de amor entre dos personas de diferentes clases sociales que, en aquella época convulsa, estaba muy mal visto por los prohombres y terratenientes de aquellas tierras onubenses. Pero la novela no sólo discurre en tierras andaluzas. La trama se desplaza hasta la capital y allí entre la noche de San Daniel de abril de 1865 hasta el triunfo de la Gloriosa, viviremos historias de enorme fuerza y trascendencia.
Manuel García Félix describe un Madrid castizo, como si Mesonero Romanos o Donoso Cortés tomasen la pluma. Un Madrid que Benito Pérez Galdós supo plasmar en sus mejores páginas de los Episodios Nacionales o de las novelas Misericordia y Fortunata y Jacinta. “Es curioso que los escritores que mejor reflejaron el casticismo de Madrid hayan sido dos autores nacidos fuera de la capital. Carlos Arniches nació en Murcia y Benito Pérez Galdós en las Islas Canarias”, concreta con humor el escritor palmeño, que tan bien ha sabido recrear el ambiente madrileño.
El auditorio siguió con atención las explicaciones de los tres presentadores y lograron meter el gusanillo de la lectura a todos los presentes. Manuel García no quiso terminar su disertación sin afirmar que “el libro es un homenaje a mi tierra y al abolengo de sus habitantes. La historia merece la pena y el autor es, desde ya, uno de los que tendremos que tener muy en cuenta para el futuro.
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