Sin duda alguna, nos hallamos ante una obra tan oportuna como necesaria. En efecto, las pulsiones soberanistas alentadas y expoleadas por el gobierno catalán, se han convertido en tema hegemónico no sólo en la agenda de los partidos políticos sino también en las discusiones de la ciudadanía.
Actualmente, los interrogantes sobre el resultado final de la deriva secesionista prevalecen sobre las certezas. Es en este punto donde el libro de
Fernández Aguilá adquiere plena relevancia puesto que desentraña las razones por las que en su comunidad natal el independentismo se ha convertido en la voz dominante, que no única.
Otra de las grandes virtudes de la obra la explicó José Antonio Zarzalejos: frente al neolenguaje de los políticos, Fernández Aguilá “habla directo” y en sus palabras aparece una apuesta clara por la convivencia y por el mestizaje, siempre desde los parámetros de la entereza cívica. “No quiero levantarme un día y vivir en un país que es independiente”, apostilló el autor, enfatizando al mismo tiempo los problemas de liderazgo y de espacio público que sufren quienes como él se decantan por las terceras vías, lo cual nada tiene que ver con la equidistancia.
Durante su exposición, el Ricardo Fernández explicó los motivos que le han llevado a escribir esta obra. Para ello, siguió un orden escrupuloso, una suerte de esquematización cronológica con la que los asistentes pudimos obtener un conocimiento clarificador de lo que viene sucediendo en Cataluña y sus causas. Él ha sido espectador activo en primera línea y así nos lo trasladó. En el análisis que hizo de los acontecimientos ofreció un buen número de datos, cifras y anécdotas que avalaron sus tesis de partida.
El tono cordial, educado y cercano que empleó en su alocución, no estuvo exento de críticas y reproches al modus operandi de CiU y ERC cuya radicalidad reivindicativa, subrayó, ha aumentado con el paso de los años (del pacto fiscal, al “derecho a decidir”), todo ello envuelto en una “mercadotecnia” ciertamente seductora, escasamente realista y siempre aderezada con abundantes dosis de victimismo.
En esta estrategia del nacionalismo catalán una herramienta determinante ha sido el manejo sibilino de los medios de comunicación que ofrecen una visión distorsionada de la realidad, combinada con el abuso de la simbología (la estelada aparece presente en un cada vez mayor número de espacios públicos). El resultado es que el independentismo reitera que “el procés” es algo “imparable”, cuando acontecimientos como el 9-n ilustran lo contrario.
En el aparado de soluciones, el autor no habló en abstracto, sino que enumeró varias directrices: desde evitar la identificación de Cataluña con el proceso independentista, hasta una reforma en cuyo centro se encuentre de forma obligatoria la convivencia entre las comunidades.
En definitiva, escuchar a
Ricardo Fernández Aguilá supone una bocanada de aire fresco y un ejemplo nítido de que la confrontación puede evitarse y debe rechazarse. Para ello, basta simplemente con priorizar la voz del ciudadano común frente a los equilibrios derivados del juego político.
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