En el año 1959 la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. Los 78 estados miembros aprobaron diez principios que supusieron el primer gran consenso internacional sobre los derechos fundamentales del niño, cuyo objetivo era garantizar su protección y desarrollo. Treinta años después, en 1989, la ONU dio un paso más con la Convención de los Derechos del Niño, donde a lo largo de 54 artículos el documento introduce novedades muy importantes con respecto a la Declaración de 1959, como por ejemplo el reconocimiento de los niños como ciudadanos desde su nacimiento.
En este libro,
Los derechos de la infancia, editado por Anaya Infantil y Juvenil, diez grandes autores de la literatura infantil y juvenil —Antonio R. Almodóvar, Eliacer Cansino, Gloria Cecilia Díaz, Agustín Fernández Paz, Mariasun Landa, Gustavo Martín Garzo, Gonzalo Moure, Daniel Nesquens, Ana María Shua y Lorenzo Silva— han unido su talento con el del ilustrador Emilio Urberuaga para ofrecer diez cuentos que recrean los diez principios recogidos en la Declaración de 1959. El libro pretende dar a conocer a los niños y niñas de hoy en día unos derechos fundamentales que desde hace décadas velan por su protección y desarrollo.
El Grupo Anaya colabora con UNICEF en la edición de este libro donando un euro por cada ejemplar vendido. En la introducción de esta obra, el Comité Español de UNICEF afirma: «Hace 25 años el mundo hizo una promesa a sus niños y niñas: haríamos todo lo posible para proteger y promover sus derechos –a sobrevivir y a prosperar, a aprender y a crecer, a que sus voces fueran escuchadas y a alcanzar su completo desarrollo–. Es mucho lo que debemos celebrar una vez pasados estos años, desde el descenso de la mortalidad infantil al incremento de las matriculaciones escolares. Pero este hito en el tiempo también ha de servirnos para recordar que nuestro trabajo está lejos de finalizar».
Francesco Tonucci, psicopedagogo y prologuista del libro, afirma que «los niños y las niñas no son unas pequeñas y frágiles personas, incapaces de entender y de actuar de forma independiente» y por lo tanto, añade, «hay que respetarlos y reconocer las capacidades que tienen desde los primeros instantes de sus vidas y merecen ser reconocidos como ciudadanos, a todos los efectos y con todas las consecuencias». Es más, «deben ser considerados más importantes incluso que los demás ciudadanos », concluye Tonucci.
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