El puente de Vauxhall está en el centro de Londres. En su orilla norte está el Palacio de Westminster, era otro puente por donde nuestra princesa pop solía pasar a menudo entre recepción y recepción y ¿quién sabe? Si entre escapada y escapada huía de su aburrido y dumbo marido. Lo que sí sabemos con certidumbre es que la city londinense está llena de espías, algunos de ellos la seguirían para saber a qué dedicaba el tiempo libre.
Entre todos esos espías que pululaban cerca del Támesis, Javier Sebastián se ha fijado en tres, las tres son mujeres y las tres no saben que son espías. Son una monja, una niña y la narradora de este singular thriller Puente de Vauxhall. “En la novela hay demasiados nombres que me han salido de forma inconsciente. Uno de ellos es el nombre de la monja, que existió realmente y era polaca y que sufría una curiosa enfermedad: la hipernesia. Quien la padece se acuerda de todo lo que ve aunque sea de forma tangencial”, nos explica el autor de este thriller.
“Pero lo más importante para mí ha sido imaginarme a Lady Di un sábado por la tarde en pijama viendo la televisión en el palacio de Kesington, haciendo cosas absolutamente domésticas”, apunta el autor de El ciclista de Chernóbil y añade decidido “pienso que existe una disfunción entre lo que no vemos de los famosos y su mundo real. Yo quería convertirla en un personaje humano y no de televisión. Creía que podía contar precisamente eso, su parte humana”, explica paciente.
Otro de los factores que más le llamaban la atención era la imagen pop que tenía la princesa británica. “Era muy popular”, opina y cree que la imagen que se ha ofrecido no tenía mucho que ver con la real. “Ofrecían una imagen de ella muy distante. Sin embargo, es muy revelador que escritores muy literarios como Julián Ríos, el autor de Larva, o la novelista inglesa Mónica Alí, se hayan interesado por la princesa Diana. Y se han interesado por un princesa distinta, profundamente cercana y divertida”, opina el escritor.
“Un exceso de documentación es muy poco fértil”
Se nota que a Javier Sebastián le ha gustado coger un personaje icónico para modelarlo a su gusto. Ese proceso de modelado suele ser muy pausado. “Soy muy lento escribiendo novelas. Intento que salgan bien, por eso describo, tanteo y termino quitando muchas cosas que yo creo que sobran y que no llevan a ningún sitio. Mi objetivo es que disfrute el lector, por eso creo que un exceso de documentación es muy poco fértil para la trama. Un exceso de cocinado es negativo”, señala convencido. Por eso cree que es más interesante escribir y documentarse al mismo tiempo que estar años documentándose. “Al final, te conviertes en un historiador y no en un novelista”, sentencia.
Lo que más le importa de una novela es la credibilidad. Para ello tiene que someterse primero a un proceso de auto convicción, luego pregunta a los amigos y conocidos si se lo creen. Si supera todas esas pruebas es que la novela marcha por el camino adecuado. “Curiosamente los lectores tardan más en creer cosas reales que ficcionadas”, señala preciso.
Otro de los factores que él considera muy importante es cerrar bien la historia. “Pasé tres meses casi sin dormir para terminarla. Era muy difícil de cerrar. Aún así, es la novela con la que más he disfrutado, no he sufrido nada y me ha salido muy ágil y rápida”, explica, y añade: “en el momento que supe el final de la novela, ésta dejó de tener interés para mí”.
Puente de Vauxhall es un texto que se abre y se cierra, no deja ningún cabo suelto, lo interesante es que nos permite especular con unos acontecimientos, con una vida, y su sensación es que “esta novela no tiene nada que ver con las anteriores. Siempre que empiezo una novela, empiezo de cero”.
Aunque le haya salido una historia de espías diferente, no cree que “sea un novelista de género, Si he escrito sobre espías es porque estamos viviendo entre espías de novela en directo. Estamos en el mundo de los espías y estamos viendo cómo nuestros correos electrónicos, nuestras conversaciones telefónicas, están siendo grabadas, observadas. El espionaje es google”, puntualiza sin ningún género de dudas. Con las redes sociales, “todos estamos espiando un poco, todos especulamos con lo que leemos y vemos, ya que la representación popular viene por la imagen”, sugiere.
La narradora de la novela es una persona a la que le hacen olvidar mediante medicamentos. “Hablo del ZIP, un inhibidor de una enzima del cerebro conocida como PKM zeta y que en el laboratorio se ha demostrado eficaz para borrar un recuerdo elegido entre otros. El resto permanece. Yo no permitiría que me borraran ningún recuerdo. El novelista francés Michel Houellebecq me llevó a Charles Sanders Pierce, quien, a principios del siglo XX, estableció que la memoria impide que el sueño disuelva la sensación de identidad. No seríamos nadie sin memoria”, mantiene absolutamente convencido.
Con Puente de Vauxhall es la segunda vez que escribe desde el mundo femenino. “En esta ocasión lo hago porque es mucho más fluido para la novela. La propia trama me dio el personaje”, explica. Él mismo dice, para finalizar la entrevista, que “ésta es una novela sobre la identidad. Yo siempre escribo sobre la identidad. Me repito muchísimo. Siempre escribo sobre lo mismo. Pero sobre todo, lo que quiero con esta novela es que surjan preguntas”, concluye. Preguntas sin respuesta que cada lector tendrá que dar.
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