El testamento de la rosa es un manifiesto combativo, lleno de poesía social embebida de forma lírica. Aboga por el amor cotidiano y se muestra en contra de la deshumanización del mundo actual, del mundo en decadencia en el que vivimos. “Quizá el peor momento de la historia reciente”, señala el poeta valenciano, especialista en haiku como hemos podido ver en su reciente aparición en Getafe Negro.
“El reconocimiento hacia un poeta nunca viene mal”, dice al comenzar la charla el rapsoda valenciano al que no le cuesta reconocer que la poesía es la hermana pobre de la literatura, que las tiradas de los poemarios son casi ridículas. De ahí que afirme que “un poeta que no publica no existe”; se necesita publicar para darse a conocer, para poder entrar en los circuitos de lectura de poemas. Cree, además, que Internet está haciendo mucho bien a la poesía, “Facebook está lleno de cultura, lo que sucede es que hay que saberlo buscar y utilizar”.
“Cuanto peor está la sociedad, más se necesita el arte”, opina. Para
José Antonio Olmedo “El arte es una herramienta social”. La simbiosis entre poesía y sociedad se hace cada día más patente. La poesía cada vez se hace más necesaria. “Quizá un poema no pueda detener un arma, pero sí partir el corazón al hombre que la maneja”, sostiene. Como decía Gabriel Celaya, la poesía es un arma cargada de futuro y poetas como Heberto de Sysmo lo llevan hasta sus últimas consecuencias.
No olvida, sin embargo, que la poesía además de ser social tiene sentimiento y además posee una musicalidad, un ritmo y una armonía. “Está muy relacionada con la música. No sabemos qué fue primero si la música o la poesía”, elucubra con lucidez. De ahí que a él le gusta la música, de hecho compone piezas musicales al piano, una de sus muchas aficiones. También le gusta el cine, tiene escritas numerosas críticas cinematográficas.
Además de la poesía, José Antonio tiene tiempo para escribir ensayos e incluso cuentos, con algunos ha conseguido diversos premios en certámenes de narrativa. “Soy muy intuitivo, muy polifacético. Me gusta tocar el piano, pintar cuadros, entre otras coas”, se describe a sí mismo y agrega con pasión “la creación es salvaje para mí. Un caballo desbocado que intento conducir pero que aún no sé gobernar”.
Esa capacidad que tiene para diversificar le lleva a ocupar su tiempo de la mejor manera posible, no entiende que se pueda perder el tiempo con tantas cosas que hay que hacer. “Lo aprovecho lo mejor que puedo”, reconoce con esa pasión que imprime en todo lo que hace y como señala su hermano de letras,
Gregorio Muelas, “su pasión es contagiosa, nos aporta un optimismo, un empuje, una entrega inusitada”.
Con
Gregorio Muelas comparte el proyecto poético “Alquimia y verso”, con la que se acercan a cualquier local donde quieran oír un poco de poesía. “Es un proyecto en el que ya llevamos cierto tiempo y que nació en el Ateneo Blasco Ibáñez donde nos conocimos. Entre otros poetas de mayor edad, el único que era joven era Gregorio y eso nos hizo convertirnos en ser amigos, la juventud y, por supuesto, la poesía”, recuerda con orgullo.
Aparte de sus poemarios en solitario, ha participado en varios colectivos y con su tío
Okoriades Varacri publicó el ya célebre poemario
Luces de Antimonio. Ahora están imbuidos en una antología de poetas valencianos que van a publicar en Puerto Rico. Desde allende el océano se interesa en los diez mejores poetas valencianos actuales. Como vemos, la poesía no sólo traspasa fronteras, sino que cruza océanos. Es un proyecto que le hace mucha ilusión por la repercusión que pueda tener en América.
Mientras llega el momento, seguirá escribiendo poesía e yendo a donde le convoquen para presentar su obra. Una de sus ciudades preferidas es Catarroja, “donde más poetas hay por kilómetro cuadrado”, apunta con cariño y siempre tratando de innovar. Porque eso es Heberto de Sysmo un innovador que nos trae la frescura de sus versos en una mañana cubierta de rocío.
Pueden comprar sus poemarios en: