Trece relatos componen esta turbadora antología de género que ahora nos ofrece la editorial Saco de Huesos, y que cuenta con un prólogo de Julián Sánchez Caramazana, cortesía de Nocte. Huele a coque, rezuma grasa de motor y tizna de hollín, pero al tiempo fascina con la elegancia de los salones de otro tiempo. En este caso, a la vista de su solidez, podemos augurar sin temor a equivocarnos que la inquietante cifra no se convertirá, ni mucho menos, en sinónimo de infortunio.
Es ésta una antología muy especial dedicada al Steampunk, un género que ha ido ganando terreno en los últimos años, sobre todo a partir de adaptaciones cinematográficas como Wild Wild West (1999), La liga de los hombres extraordinarios (2003), Van Helsing (2004), Sky Captain y el mundo del mañana (2004), La brújula dorada (2007), City of Ember: en busca de la luz (2008), Adele y el misterio de la momia (2010), La invención de Hugo (2011) y tantos otros títulos vinculados al Steampunk o al Dieselpunk y que ha acabado marcando tendencia incluso en el mundo de la moda. El libro, que forma parte de la colección Calabazas en el trastero de la editorial Saco de Huesos, constituye una original rareza al convertirse en la primera antología enteramente compuesta por relatos de género Steamgoth en español. Entre sus muchas virtudes, su seductora portada, obra del experimentado ilustrador Pedro Belushi.
El subgénero Steamgoth se ha caracterizado por añadir al distintivo retrofuturismo tintes oscuros, ligados al terror, que a menudo se concretan en la introducción de elementos paranormales o esotéricos. La cultura del vapor, identificable con la estética de la era victoriana y eduardiana, se ve enriquecida por tanto con la presencia de lo terrorífico o cuanto menos inquietante. En efecto el libro que nos ocupa atesora todo el encanto de la época victoriana, un periodo que ejerce una innegable fascinación sobre los amantes de lo siniestro. Atracción sin duda justificada por monstruos de la talla de Jack el Destripador o el pobre Joseph Merrik. No sorprende que precisamente entonces, justo cuando la puritana sociedad victoriana se obstinaba en reprimir u ocultar los instintos y las pasiones, quizá a modo de necesaria válvula de escape para el torturado inconsciente, despuntasen grandes obras de terror protagonizadas por personajes memorables: Mary Shelley y su criatura, Stevenson y su doctor Hyde, Stoker y su Drácula, Oscar Wilde y su Dorian Gray...
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