Cuando ya hace unos cinco años se le ocurrió la idea de escribir una novela histórica, pensó en sus raíces, en la ciudad que le había visto nacer y crecer. Allí en Arequipa está situado el convento de Santa Catalina. “Así como en Madrid, cuando llega un familiar, lo primero que le llevas a visitar es el Museo del Prado, cuando llega alguien conocido a Arequipa le llevas a visitar el convento de Santa Catalina. Una auténtica joya colonial del siglo XVI.
De ese convento partió la idea de hacer la novela pero en el proceso de documentación, que duró aproximadamente dos años, encontró en el convento unos documentos del general peruano José Manuel Goyeneche, que se preparó como militar en España y fue escogido por Fernando VII para sofocar las revueltas independentistas en su Perú natal, lo que le costó la desafección de sus compatriotas teniendo que regresar a Madrid donde vivió hasta el fin de sus días en la calle de Atocha.
“José Manuel Goyeneche es un personaje poco conocido en su tierra y representa muy bien la fractura que supuso la independencia de los países americanos”, explica Jorge Eduardo Benavides en la entrevista que tuvimos con él a la sombra de la Biblioteca Nacional madrileña en una tarde casi otoñal de este verano. Para el escritor, todo proceso independentista supone una fractura y lo que se vivió hace 200 años en América, está a punto de suceder en España. “La historia se repite y es casi calcada, lo mismo en los procesos independentistas como en la guerras. La Guerra Civil de 1936 tuvo su antecedente en la Guerra Civil, conocida por la primera guerra carlista en 1836”, apunta.
Goyeneche vivió en Perú hasta los doce años, cuando se vino para España. Su vuelta se produjo a estancias del rey felón para luchar contra los independentistas. “Él no entendía muy bien los democratismos y las independencias. Entonces la gente no iba a votar y en contra de lo que pueda parecer, los habitantes de allí no estaban hartos de los españoles, más bien de los que les gobernaban en su tierra. Ellos eran partidarios de una monarquía”, nos instruye el autor sobre una historia que en España, quizá por lo doloroso que son las pérdidas de los territorios, no se ha explicado ni bien ni mal.
Si se fijó en Goyeneche para escribir El enigma del convento fue porque “ambos vivimos en contradicción, nos sentimos tanto españoles como peruanos. Y me recuerda mucho mi trayectoria vital”, confiesa el escritor de Arequipa. Pero aunque Goyeneche tiene un papel preponderante en la novela, las verdaderas protagonistas de la misma son las mujeres que viven en el convento de Santa Catalina. “Allí vivían 800 mujeres aproximadamente, entre monjas, criadas, sirvientas, novicias, etc. Hasta se alquilaban celdas a señoritas de posibles”, relata apasionado el escritor.
Para relatar la vida de esas monjas con todas sus miserias, tuvo que documentarse profusamente: “fue un reencuentro académico con la investigación. Tuve que averiguar cómo se vivía en aquellos años, cómo se cocinaba, cómo se hablaba e incluso tuve que aprender algo de ajedrez, para no desentonar. He intentado que todo fuese lo más verosímil posible, para ello he casado con paciencia la trama de la novela con los momentos históricos en que ocurrían los hechos”, nos descubre sobre la investigación que llevó en el propio convento, en la Biblioteca Nacional de Madrid y en la Universidad de Wisconsin.
Cuando se produjo la declaración de independencia de Perú en 1821, Goyeneche se tuvo que volver a España. Aquí se le concedió un título nobiliario. Fernando VII no supo ganarse la confianza de los españoles de ambas orillas del Atlántico. “Tanto en España como en América era el Deseado”, señala y añade “los políticos españoles de aquella época eran unos cantamañanas y unos corruptos”. ¡Cuánto se parece a los tiempos actuales! Vamos, que para el novelista peruano aquellos tiempos y éstos son sumamente iguales, “sólo que sin wifi”, indica sarcástico entre risas.
La charla con Jorge Eduardo Benavides es muy fluida e instructiva. Se nota que le gusta lo que hace y que se prepara muy bien las tramas de las novelas. Para esta última, ha utilizado, como ya hemos señalado, dos años para documentarse y otros dos para escribir. Al terminarla, le gustó tanto el resultado que decidió presentar la novela al Premio Torrente Ballester, “uno de los pocos que no se negocian”, expone. Por eso su alegría fue inmensa cuando le comunicaron que se hizo con el mismo.
Cuando planifica la trama de sus obras lo hace como si fuera a armar una película. Sabe cómo se va a desarrollar la trama y cuál va a ser su final, conoce la peripecia del desarrollo, lo único que deja en el aire es cómo lo va a ir resolviendo: “las historias se van contaminando según se van escribiendo”, reconoce, pero siempre sabiendo a dónde quiere ir.
El enigma del convento tiene suficientes peripecias para interesar al lector más avezado. Es una novela histórica, tiene la épica de las grandes aventuras, es una crónica de viajes casi interminables, la tensión de un thriller, la intriga y el suspense de una novela casi policiaca y, por supuesto, el relato romántico. Un cóctel que no defrauda cuando el lenguaje es impecable, claro y conciso, como el del que para él es uno de sus maestros, Benito Pérez Galdós.
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