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Azorín
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"Elogio a mi Veracruz" por Edvardo Zeind Palafox

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Yo he leído los libros de Azorín muchas veces; yo he descubierto que debajo de sus libros hay una filosofía sistemática, ordenada, presta a dar certeza a sus lectores. He, me repito cada vez que leo sus gozosos libros, visto que la imaginación, a la que hoy llaman "inconsciente", trabaja mucho más de lo que… ¿diré "imaginamos"?

Me he instalado en mi ciudad natal, en Veracruz. Veracruz es una ciudad que se asoma al mar. Se asoma, sí, porque no permite que el mar, esa gran "desmesura", según Neruda, se trague su "ser". ¿Cómo puede "ser" una ciudad que está día tras día junto al mar? He notado que Veracruz, pensando históricamente, tiene mucho de España y que España, últimamente, tiene mucho de Alemania. El alemán, idealista, lector de Goethe, es como el veracruzano. Es posible que el alemán imite sin saberlo, con la imaginación, sin tener consciencia, conocimiento, al veracruzano. ¿Fue antes nuestro Calderón o Goethe?

Los ojos de la mujer veracruzana, que compiten con una luna gitana, agorera, altivos ignoran la cercanía, el objeto que la intima, pero también los alejados problemas metafísicos que azoran al hombre, que lo bandean, que lo llevan de aquí para allá, como empujado por las olas, causándole pesadumbre. ¿No era así Goethe? La veracruzana ve algo, algo ve, ¿qué será lo que ve? La ideas. Y las ideas son, para citar a mi querido Azorín, bagatelas.

El grito de Azorín, "¡Viva la bagatela!", que enseña en su "Curso abreviado de pequeña filosofía", podría ser la empresa de Veracruz, mi ciudad natal, ciudad donde las mujeres son filósofos y los hombres, contradiciendo al mundo, son femeninos, avispados, sentimentales, trovadores, Penélopes marcianos que todas las noches destejen lo que han tejido sobre el mar.

Hoy, allá por las seis de la tarde, fumé frente al mar y observé cómo dos, tres, cinco, diez pescadores, lucubraban la calidad del apósito que aplicarán mañana para curar la honda herida que el hambre causa en las entrañas. El hambre, ha pensado Nicolás Guillén, poeta cubano, poeta muy ligado, sin que él lo supiera, a Veracruz, es hembra. ¿Qué se piensa frente al mar, me pregunté, con el estómago vacío? ¿Darán, por ventura, ganas de beberse el mar y de comerse toda la tierra?

¿No es el hambre, metafísica inmediata, gran arma conquistadora, arma con la que salieron nuestros abuelos de España para torrear las costas de Veracruz, para blasonarlas con la cruz cristiana? ¿De qué servirá pensar en todo esto? ¡Viva la bagatela! ¡Vivan las mujeres de Veracruz, que todavía creen en las ideas, en la gracia, en los ideales de los hombres, de sus lugareños! El veracruzano, que como tengo dicho es el español por excelencia en América, todavía se admira con el absurdo, con el ingenio, con la improvisación sofística.

El hombre que vive cerca del mar, sobre el mar, no tiene más opción que aprender a hacer sus propios conceptos. Para subir el monte, "de mil inconvenientes muy espeso", que dijo Garcilaso, y para cruzar los desiertos, Dios le dio al hombre la bestia y el brazo, mas para superar el mar el hombre tuvo que crear el barco, máquina siempre cargada de planes.

Algunos críticos de la capital del país y de algunas ciudades que creen ser urbes, pero que son simples pueblos agigantados con la eficaz levadura que son el cemento y el semen, según insinúa Octavio Paz en un ameno poema, sostienen que Veracruz está "atrasado" en lo científico, en lo filosófico, en lo estético, pero es un error pensar así.

Kant decía que las intuiciones sublimes, como las que da el mar, caliginoso abismo, exigen que los hombres forjen síntesis maravillosas, mejor conocidas como "obras de arte". ¿Qué pinturas, poemas y canciones habrá en la cabeza de esos pescadores que miré durante media o una hora? ¿Plasmarán algún día sus inventos? No, ojalá no. ¡Viva la bagatela, el malogrado retrato y la rima que jamás se pronuncia! Si los pescadores de los que hablo imprimieran en la materia sus síntesis Veracruz, no lo dudo, sería tragado. El mar no podrá, pensarán, humedecer sus colores ni enmudecer sus versos.

Veracruz se resiste al mar, se alimenta de él, y asegura su "ser" callando, robándole o plagiándole al mar sus conceptos. La ciudad veracruzana, siempre lo he pensado sonriendo discretamente, sin alegría excesiva, como aconseja el "Talmud", es un garito de artistas, lugar atestado de bellezas, de hurtos, de judíos que no saben que lo son, gueto hecho con manos invisibles, tanto que el mar no las siente cuando entran en él para sacar plata que se mueve, infinito hecho arena y oro vivo.

Las gentes del Distrito Federal, de Monterrey, de Puebla, de Guadalajara, ciudades donde he vivido o que he medido con la altivez del solar español, son personas ásperas, víctimas que se afanan por tener muchas cosas, objetos, camisas, zapatos, lujos, digamos, pero que carecen de lo primordial, del amor por la bagatela. En el Paraíso se anda desnudo y en el Infierno, para consolación, de levita.

¿Para qué sirven las cosas en el mar? Ellos no lo sabrán jamás. La ropa, lo ha demostrado nuestro Quijote, estorba cuando se está frente a lo sublime. Lo sublime, han escrito los filósofos alemanes, y sobre todo Schelling, es asunto épico, heroico. Las doncellas de Veracruz, como recuerda el Quijote en uno de sus solemnes discursos, no empujan al hombre a mentir, y se conforman con la palabra llana, sincera, sí, pero que nunca naufraga, palabra de héroe.

¿Qué proezas se han hecho en las montañas y en los desiertos? Ninguna que se pueda parangonar con las que se han hecho en el mar. Ya estoy en Veracruz presto para volver a ser un hombre, un romántico, un Azorín, que es decir un pequeño filósofo navegador de espumas, de bagatelas.

Pueden leer más artículos del autora en: 

Blog personal: http://www.donpalafox.blogspot.com

Diario judío: http://diariojudio.com/autor/ezeind/

El Cotidiano: http://www.elcotidiano.es/category/columnistas/critica-paniaguada/

Leonardo: http://leonardo1452.com/author/eduardo_palafox/

Deliberación: http://www.deliberacion.org/?s=Eduardo+Zeind+

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