Aunque nacido en Buenos Aires, su acento es fuertemente gallego. Su madre no sabemos si cuando le dio a luz estaba yendo o viniendo de la capital argentina. Lo que sí sé es que no se le cae la sonrisa de la cara y la palabra sonreír es la que más repite en nuestra conversación. Se nota a la legua que es una persona risueña y que su objetivo más importante es hacer que las personas al leer sus libros se sientan a gusto y alegres. Cosa que consigue sobradamente porque su novela es amable y divertida a partes iguales.
“Quiero escribir sobre el sentimiento humano desde un punto de vista positivo y optimista”, dice nada más comenzar la entrevista y añade risueño “en un mundo en plena crisis necesitamos sonreír”. Su libro es una inyección de optimismo porque sin ese optimismo la vida no tendría ninguna salida. Por eso, cree que escribir sobre el humor espiritual “nos hace encontrar respuestas al día a día”.
No basta con sonreír, “hay que reflexionar”, pero hacerlo con una sonrisa en la cara, ilusionando al lector. “Cuando el lector cierre los ojos antes de dormir quiero que lo haga con una sonrisa”, manifiesta convencido. En su opinión, “la novela tiene varias capas, como una cebolla, y mi objetivo era que llegase tanto a las personas que creen en el mundo espiritual o no”.
Lourdes, la protagonista, trabaja como florista en un cementerio y nada más comenzar la narración se le aparece un ángel novato y francés, para más inri. Casi como aquella película española de 1959, El día de los enamorados, justo en tal día como hoy hace 55 años. En aquella ocasión el ángel intentaba unir parejas, en esta ocasión el ángel intenta unir a Lourdes con su padre, su exjefe, su hermana y, sobre todo, su hija. Ya que si no se esfuerza la perderá para siempre cuando cumpla los 18 años de edad, “la barrera que separa la libertad condicional de la libertad absoluta”, apostilla el escritor gallego que nació dos veces. Una en su Buenos Aires querido y otra a los diez años en la población orensana de Celanova. “Peor que la crisis de los cuarenta o de los cincuenta es la de los dieciocho años, sobre todo para los padres con hijos de esa edad”, atestigua sorprendentemente con toda la razón.
El ángel la informa que ella es una reencarnación de Cleopatra. “Me apasiona el tema de las vidas pasadas, el mundo espiritual y esotérico y creo que este tema hay que desmitificarlo”, confiesa. Se nota que es gallego porque exista vida o no, después de la muerte, está claro que haberlo, haylo. “Sería triste pensar que no hay nada más allá de la muerte”, conjetura convencido y añade “Somos algo más que materia. Tenemos un cuerpo y un alma y ésta trasciende”, opina. “Yo creo en la reencarnación, no tengo pruebas, pero creer creo, como en la intuición, en la premonición y en las señales”, añade.
La vida se divide, para él, entre la realidad y la fantasía. Pero está convencido de que entre esas dos percepciones está la “fantástica realidad”. Su novela se mueve precisamente ahí. Lo explica con rotundidad cuando expresa que “de las diez cosas que nos suelen ocurrir en un día, nueve son buenas y solo una es un contratiempo inesperado. Si nos fijamos sólo en esa y tapamos todas las demás nos convertimos en pesimistas. Hay que fijarse en lo bueno, en esa fantástica realidad que nos va a hacer más optimistas”. Y también mejores, para así superar nuestras vidas monótonas y sobreponernos. “Si queremos, podemos”, sentencia.
“Yo definiría Cuatro esquinitas tiene mi cama como una novela anti crisis. Contra el desánimo y el desaliento”, expone y continúa diciendo que “el humor es lo que más necesitamos en estos momentos. Genios como Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd o Groucho Marx –menudo póker de estrellas- han sido cómicos que han hecho un humor inteligente sobre los profundos problemas del ser humano”. “El humor hay que tomarlo en serio”, afirma tajante.
La novela está narrada por Lourdes. “Yo me he sentido un poco hermafrodita escribiéndola. Hombre por la mañana y mujer por la noche”, desvela. “Y me he sentido encantado poniéndome en la piel de una mujer, ya que la personalidad de las mujeres es fascinante y poliédrica, mientras que la del hombre es más plana, ya que suele ocultar los sentimientos. En cualquier caso, igual que es una mujer, podría ser un hombre el protagonista”, manifiesta.
En España la novela de humor es un género prácticamente en extinción, todo lo contrario ocurre en Gran Bretaña, donde este género tiene una sólida tradición. Aquí, desde los tiempos de Enrique Jardiel Poncela, agoniza incomprensiblemente. Fernando Méndez se ha conjurado consigo mismo para conseguir hacer reír a los lectores. “Es más difícil hacer reír que escribir un thriller”, sostiene sonriendo. Su vocación le lleva a mantener la opinión de que la novela de humor es una puerta al optimismo, hasta tal punto que la asignatura de humor tendría que ser obligatoria y, por supuesto, creo que su novela tendría que ser el libro de texto.
Tener sentido del humor es fundamental para sobrevivir en la época gris y monótona que nos ha tocado vivir. El escritor gallego razona que tener sentido del humor nos lleva a tener “sentido del amor”. Y no anda tan descaminado cuando el feedback de los lectores es tremendamente positivo. Yo después de hablar con él, me voy con una sonrisa en los labios Gran Vía hacia arriba, sin importarme mojarme y pasar frío en uno de los peores días ciclogénicos explosivos, si es que realmente existen o son un invento de estos meteorólogos de hoy en día que no se apuestan el bigote a que va a nevar.
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