Si en La frontera de las sombras Tad Williams (muy recordado por los aficionados españoles gracias a su tetralogía Añoranzas y pesares) abría el camino de una nueva serie de amplio aliento, una atractiva combinación de los tropos clásicos post-tolkienianos y los aires renovadores aportados por un Andrzej Sapkowski o un George R.R. Martin, y en El juego de las sombras perfilaba el carácter de su obra añadiéndole tonos lovecraftianos y una pátina mitológica de una hondura cultural poco frecuente en la fantasía épica contemporánea, la tercera entrega.
Marca Sur, el país fronterizo con las tierras de los qar o crepusculares, separado de éstas por la Línea de Sombra, es el vórtice sobre el que giran los planes y esperanzas de príncipes, tiranos, soldados, elfos y dioses. Si existiera un equivalente a la ópera en la fantasía épica, sería Shadowmarch. Traduce Carlos Gardini.
Una flota se dirige velozmente hacia el norte. En ella, el autarca de Xis, completada su conquista de la legendaria Hierosol, transporta como prisionero al rey Olin de la Marca. Su propósito es desconocido, pero una cosa es segura: Olin no sobrevivirá a la realización de los dementes planes del autarca.
Entre tanto, su hija, la princesa Briony, ha encontrado refugio temporal de sus parientes usurpadores en la sofisticada corte de Tessis, aunque el intrincado nudo de las intrigas palaciegas es al menos tan letal como los peligros del camino que ha dejado atrás.
Más allá de la Línea de Sombra, en tierras de los qar o crepusculares, su mellizo Barrick prosigue su camino en pos de una llamada inaudible, internándose cada vez más profundamente en un paisaje de locura y pesadilla.
Y en la asediada fortaleza de Marca Sur, el capitán de la guardia Ferras Vansen, el cavernero Sílex y el médico Chaven se enfrentan a la más temible amenaza de los qar: una invasión desde las mismísimas raíces de la tierra.
Poco a poco, los misterios del pasado del continente de Eion se van revelando, y la naturaleza y propósitos de los antiguos dioses dormidos se ponen de manifiesto. Su despertar puede devolver el equilibrio al mundo... o ser el inicio de un milenio de sufrimiento y oscuridad.
"Shadowmarch es una oda a los amantes de la fantasía más clásica, en la que la magia parecía algo misterioso, una materia que únicamente los más valientes se atrevían a estudiar (...) El autor baila con el lenguaje y los acontecimientos igual que Íñigo Montoya manejaba su espada ante el asesino de su padre."
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