La hermosa Claudia languidece en la capital del Imperio. Casada con el oficial Quinto Metelo, un hombre rudo y mayor que ella, sufre también las presiones de su ambicioso hermano Publio, con quien mantiene una ambigua y compleja relación. El destino hace que Claudia conozca a Catulo, un joven veronés. Él es un poeta sensible que se siente irresistiblemente atraído por la patricia y la seduce, no solo con las caricias más osadas, sino también con sus versos.
Adorada como una musa y amada con extraordinaria delicadeza y sensualidad, Claudia aprende a disfrutar de su cuerpo, dejándose llevar por una pasión y un juego amatorio que rompe todas las reglas. Porque Roma es una ciudad implacable que tolera los excesos sexuales y las orgías desatadas, pero que desconfía de las historias de amor. Y Catulo, bajo la apariencia de amante entregado, esconde también un hombre posesivo, capaz de pasar de los besos más ardientes a unos celos intensos y peligrosos.
En primer lugar habría que comentar que no hay que dejarse engañar por el título, un tanto cursi, ni por el hecho de que el nombre de la protagonista, aunque corresponda al de un personaje real, sea Claudia Metela (desde luego incita a pensar mal). Aunque indudablemente la novela tenga un componente de erotismo, nos parece que predomina el de novela romántica.
Y es que la trama gira completamente en torno al amor que viven y sufren Claudia y el poeta Catulo (de uno de sus versos sale el título de la novela), no sólo a los encuentros apasionados que mantienen sino también – y esto es de lo mejor de la novela – a las circunstancias sociales que les impiden estar juntos pese a que Roma era una ciudad muy disoluta en temas de amor por aquella época y a los profundos celos que llegan a provocarles.
Mil besos y cien más está narrada en primera persona desde el punto de vista de Claudia y hay que reconocer que es un personaje muy bien construido, ya que en ningún momento abandona la personalidad ni la forma de ser esperada para una patricia del siglo I a.C. Es una mujer pragmática y consciente de sus privilegios, algo que siempre aprovecha y que nunca olvida ni permite a otros que lo olviden.
En definitiva, placer, erotismo e intriga se dan cita en una novela que recoge uno de los romances históricos más sensuales de todos los tiempos, el de la bella Claudia y el joven Catulo, el poeta que le enseñó el significado más profundo del verbo "amar".
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