En esta nueva ocasión la detective lleva a cabo una investigación en un Madrid decadente y muy actual que la conducirá a límites que en un principio no podía ni pensar y se enfrentará a extrañas dimensiones, tanto de la vida como de la muerte, llegando a bordear, cuando no cruzar deliberadamente, la frontera de la legalidad, dejando actuar a los protagonistas hasta las últimas consecuencias.
La noche se llama Olalla es una novela coral. Sus protagonistas son seis o siete, aunque la detective privada Blanc es la que lleva las riendas de la trama que en ocasiones se muestra más como una mera espectadora que como la auténtica protagonista. Ella está imbuida en una sociedad sórdida en la que la búsqueda del placer sexual, las drogas, las pérdidas de conciencia, la corrupción, los desahucios y el espíritu de venganza se ven como un problema existencial.
Muchas de las novelas negras, y esta es una de ellas, tienen mucho que ver con la novela social de los años sesenta. Jesús Ferrero nos muestra una sociedad deprimida a las puertas de la revolución social, pero también nos enseña la crisis existencial que vive la sociedad, mostrándonos el deterioro de las instituciones que rigen el estado. "Yo no confío en la policía, ni en la justicia", apunta uno de los protagonistas de la novela, imbricado claramente a lo que piensa la ciudadanía sobre ciertos estamentos estatales.
Gaby, el novio de Olalla, prefiere buscar la venganza por su cuenta en vez de buscar la justicia. Otro de los protagonistas, Julio, se empieza a cuestionar su vida de manera irreparable. Sabe que su vida puede estallar en cualquier momento y cree que ha llegado demasiado lejos cuando ya es demasiado tarde. Todos los protagonistas se cuestionan cómo se ha corrompido la sociedad actual, pero no ofrecen ni buscan soluciones. Es la gramática de la supervivencia.
Gaby, como Ágata, son dos supervivientes que reflexionan sobre una vida que no les gusta. "Me da asco esta ciudad y quien la gobierna", dice otro protagonista. Es la ciudad de los triunfadores, una ciudad que es dominada por la ideología del triunfo, sin darse cuenta que la ciudad está llena de perdedores. En la novela todos los protagonistas son perdedores. La sociedad, ahora mismo, es perdedora. Se están perdiendo los principios y todos los logros sociales. De ahí la trágica escena del desahucio de la madre de Olalla.
Ágata sabe perfectamente cómo se encuentra la sociedad, de ahí que prefiera no cobrar por llevar a cabo la investigación, sigue teniendo ideales, principios, aunque no la cuesta burlarlos para conseguir sus fines, incluso prefiere dejar hacer y no inmiscuirse en el curso de los hechos. No le gusta el mundo en el que vive y sus motivaciones van más allá de lo rutinario, de ahí su inhibición ante ciertos hechos que ella contempla con lejanía.
La novela está escrita en tercera persona, por un narrador omnisciente que nos va mostrando la trama lenta, pero efectivamente. Ese narrador entra en las motivaciones y en los pensamientos de los protagonistas y, sobre todo, se fija en los gustos literarios de algunos de ellos. La pareja formada por Gaby y Olalla son personas que viven la literatura, sobre todo los clásicos. Eso se nota en el diario de Olalla que va dando un contrapunto efectivo a la narración.
Estamos pues ante una novela negra distinta y diferente, donde los protagonistas se salen del cliché usual. Jesús Ferrero no se queda sólo en la literatura de género, sino que quiere y necesita trascender a una literatura más universal. Estamos seguros de que su próxima entrega negra no se hará esperar y nos volverá a sorprender con tramas elaboradas y una protagonista sorprendente. En esta ocasión nos ha mostrado la sociedad actual de un modo panorámico y mordaz.
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