Cuando vi la serie de televisión El Príncipe, en la cadena televisiva más hortera que hay en España, en dura pugna por hacerse con el cetro mundial, me quedé impactado. ¿Cómo entre tanto horterismo, programas sin sentido, selvas de cartón piedra, series de humor soez y chabacano, se puede colar un producto de esta categoría? Tenía unos guiones perfectamente conjuntados, unos actores que están sublimes y una trama que en cada episodio nos da un vuelco al corazón. ¡Difícil papeleta tiene Salva Rubio!, pensé.
Después de leer la novela estoy convencido de que lo ha conseguido, que ha modificado lo que tenía que cambiar y que ha mantenido lo preciso para darnos ese ambiente de ciudad exótica y barrio agobiante. “Para mí fue todo un reto, una oportunidad única en la que he disfrutado muchísimo”, me confiesa en una mesa de un recoleto bar de la plaza de La Latina. Por estas calles también se podría escribir un buen thriller. Aquí hay casi tantas o más mezclas de razas que en la ciudad norteafricana.
La novela El Príncipe surgió a partir de los guiones de la serie. “Fue un encargo muy generoso por parte de sus creadores, tanto de Aitor Gabilondo como de César Benítez. Los guiones me llegaron a mí justo cuando vi el primer episodio. A partir de ahí tuve que novelar los cientos de páginas del guión, rellenando con localizaciones, caracteres de personajes, etc.”, cuenta. De ahí que haya algunas variaciones, porque el libro no es un calco exacto de la serie, es algo diferente, pero que mantiene la esencia de lo que vimos en televisión.
“En muchas ocasiones me centré en el mundo interior de los personajes desde un narrador omnisciente. Quería escribir en presente de indicativo para que así hubiese mayor inmediatez, todo con un tono evocador adaptando el lenguaje del guión a la acción de la serie”, explica concienzudo y con la satisfacción del trabajo bien hecho, pero con verdadera modestia.
En la novela hace hincapié en las ambientaciones, pero añadiendo más acción porque la novela te pide saber lo que piensan y sienten los personajes. Sin embargo, en un guión eso no viene dado. La novela necesita la elaboración precisa para conocer las contradicciones internas de los personajes. Algunos llevan años mintiendo a sus mejores amigos durante años. Una traición muy sólida.
Para Salva Rubio, su novela El Príncipe es más que un thriller. “En ella hay un punto más de reflexión de lo que suele haber en un libro de ese género. El bien y el mal, en mi novela están menos diferenciados que en un thriller al uso. Aquí no hay nada claro y la línea del bien y del mal está muy difusa.”, razona de manera muy interesante el joven autor de Zíngara: buscando a Jim Morrison.
La idea de novelar la serie de televisión parte del editor, Pablo Álvarez, “me conoce de mi doble vertiente de novelista y de guionista.”, apunta. Por lo tanto, conoce bien su forma y su ritmo de trabajo, “yo siempre cumplo con la fecha que me ponen de tope y me comprometo de manera fehaciente. Hay días que puedo trabajar 12 ó 16 horas para cumplir los plazos”, señala con humildad, de ahí que le calificase como un escritor gladiador en el primer párrafo.
Con las novecientas páginas de guión que le facilitaron tuvo que hacer un gran trabajo de síntesis de tramas. Pese a su magnífico trabajo reconoce que “esta novela es de quien es. El mérito es compartido y Aitor Gabilondo se ha portado conmigo con una gran generosidad”, reconoce discreto. Y cree haber hecho un trabajo muy digno, empezando desde la primera escena que pone el listón muy alto con un golpe de dramatismo espectacular. De esa escena lo que le fascinó cuando los policías tiran un cadáver al mar, es el amanecer, que es un momento muy especial.
Uno de los grandes hallazgos de la novela es el gran trabajo que se realiza en la acción, con cambios constantes y drásticos y que esa acción transcurre en un territorio de frontera, con choque de culturas y de formas de vida. Si tuviese que escoger un personaje de la novela, y de la serie, se quedaría con el inspector Fran, “es él, el que corta el bacalao, el Padrino de la novela y, también, el más moral de la novela, aunque paradójicamente es el que está más alejado de cualquier moral religiosa o de cualquier tipo”, cuenta.
Hasta sus presuntos actos inmorales se los pasamos por alto, como su infidelidad matrimonial. Los demás protagonistas traicionan a alguien o, incluso, algunos a todo el mundo. “Fran siempre está donde tiene que estar”, sentencia acertado. La esencia del personaje se mantiene en ambos trabajos, serie y novela, lo único que difieren son las localizaciones, ya que el guión no indica cuáles eran, así que se lo tuvo que imaginar y, la verdad es que son perfectamente creíbles, por eso no quiso viajar a Ceuta a ver la ciudad, para no describir lo que él viese, sino que el lector se la imaginase como era en la serie.
Para finalizar se sincera sobre sus proyectos. Está escribiendo una nueva novela sobre la Movida madrileña, que promete que será algo diferente, más bien un homenaje, ya que por su juventud no la pudo vivir en primera persona. Se define como un escritor primerizo, con lo cual yo no estoy de acuerdo, porque lleva tras de sí mucho oficio. “Ser guionista te da un método de trabajo”, apostilla y en su caso un método que funciona como una máquina diesel incasable.
El futuro de Salva Rubioestá lleno de luces y de sombras: de luces como escritor, de sombras como músico, aunque extrañamente al conocerle me pareció un guitarrista de esos grupos que tanto le gustan a él, Black Sabbath o Judas Priest. Yo no lo dudaría, la literatura es lo suyo y ustedes cuando lean sus novelas me darán la razón.
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