Esta obra maestra de la literatura de no ficción del siglo XX es fruto de una casualidad y de una hecatombe. La casualidad: un joven extranjero ampliando sus estudios de Filosofía en el París de 1914. La hecatombe: el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Ese agosto de 1914 en el que se desencadenaron las hostilidades entre Alemania y Francia, Gaziel (seudónimo del periodista gerundense Agustí Calvet) empezó a captar en un diario personal la "angustia misteriosa del mundo presente" al ver cómo se desmoronaba el brillante París en el que vivía. El diario recorre sus experiencias desde el 1 de agosto de 1914, con los franceses enardecidos de orgullo patriótico, hasta el 4 de septiembre, cuando Gaziel regresa a España después de huir de un París aterrorizado ante la inminente ocupación. 35 días que cambiaron el mundo.
Un éxito espectacular acompañó a la publicación de este dietario en el periódico La Vanguardia. Gaziel era un testigo directo de excepción que relataba la vida alterada de una Francia arrastrada a la guerra a su pesar, trasladando a los lectores la angustia de millones de personas que vieron alterada su existencia para siempre.
"Diario de un estudiante. París 1914", nunca reeditado en castellano desde 1916, nos cautiva al permitirnos acompañar a Gaziel, sus amigos y multitud de personajes debatiéndose ante "el presentimiento de una tormenta apocalíptica".
La traducción se ha realizado a partir de la versión definitiva en catalán que el propio autor elaboró hasta su muerte en 1964. Se trata de una edición ampliada en la que Gaziel añadió nuevos comentarios y pudo dar nombres y detalles que originalmente había ocultado en las versiones publicadas en 1914-18..
La recuperación de esta obra y su traducción han sido posibles gracias al apoyo del Ministerio de Cultura y del Institut Ramon Llull.
Bajo el seudónimo de Gaziel se esconde el periodista Agustí Calvet (Sant Feliu de Guíxols, 1887 - Barcelona, 1964). Mientras estudiaba Filosofía en París, el estallido de la Primera Guerra Mundial cambió su vida: irrumpió en las páginas del diario La Vanguardia de Barcelona con sugestivas crónicas escritas a partir de su experiencia como joven habitante de un París súbitamente en guerra, que encandilaron a los lectores de toda España. Sus artículos evidencian desde el primer momento una enorme capacidad de observación, que se eleva por encima de la marea de acontecimientos. Vivir la guerra le permitió perfilar su conocimiento del alma humana y -en una paradoja del destino que él mismo reconoció- le hizo descubrir su capacidad para seducir a los lectores.
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