"El mayor peligro de la cultura y por ende de la Gioconda es Cristóbal Montoro. El presupuesto del Museo del Prado en 2003 era de 23 millones de euros, para 2013 llega solamente a los 11 millones de euros. Los recortes vienen también de los anteriores ministros", así de tajante se muestra el historiador del arte y periodista sobre la gestión del presente ministro de Hacienda que es el que maneja los presupuestos del país, quitando dinero a la cultura, pero no a otros sectores como el bancario o el automovilístico o a los propios políticos.
Curiosamente la obra estuvo postergada en los almacenes del museo del Prado cuatro años, del 2005 al 2009. Fue cuando el museo del Louvre pidió el cuadro para una exposición cuando los conservadores de nuestra pinacoteca decidieron clasificarlo y catalogarlo, ya que no estaba, llevaba durmiendo el sueño de los justos más de 250 años sin que nadie se diese cuenta de su valor. La falta de presupuesto hace que los conservadores no puedan realizar su trabajo como debieran, "está todo por hacer, ni siquiera tenía el cuadro un estudio técnico", afirma Peio H. Riaño en la conversación que mantuvimos para Todoliteratura.es.
Por eso nadie se había dado cuenta del repintado que sufrió la obra, el fondo negro no estaba en el original y el nuevo fondo apareció en las labores de restauración gracias a un golpe de intuición de la restauradora jefa Ana González Mozo y gracias a ella aparecieron lo que llama el escritor "los arrepentimientos de Da Vinci" que tenía la Gioconda. Para Riaño, "las dos obras tienen un mismo origen pero son obras radicalmente distintas".
Por un lado estaría la Gioconda, pintada por el maestro, ella lleva su marca original que es el sfumato. La madrileña es una obra de su taller que no tiene esa marca diferenciadora pero que ha sido realizada por uno de sus aventajados alumnos que hizo una obra original y de encargo. Esa obra de encargo del marido de Lisa Gherardini es la que está en el museo del Prado.
La tesis del autor del libro La otra Gioconda es que los dos retratos son completamente distintos. La Gioconda parisina está pintada en madera de chopo y la Mona Lisa madrileña en madera de nogal, la calidad de esta última es infinitamente mejor que la francesa, entonces, ¿cuál de los dos cuadros estaba predestinado a pervivir más? Esta es otra de las muchas incógnitas que rodea al pintor florentino. Lo que sí está claro es que los expertos no terminan de ponerse de acuerdo.
"Los grandes expertos de nuestro país han dicho cosas desafortunadas y alejadas de la realidad", señala el historiador del arte, que mantiene que todo forma parte de una novela que no se ha cerrado y que mantendrá la polémica mucho tiempo. Como la mantienen los expertos franceses, que en un ataque de celos chauvinistas, restan importancia al descubrimiento; sin embargo, piden la obra para la exposición que esta primavera se realizará en el Louvre.
Para el periodista, hay claras diferencias entre ambas obras. Por un lado la Gioconda fue pintada por el maestro florentino, cuya característica especial, el sfumato, está en la obra; éste hay que recordar que no solía aceptar encargos que no fuesen de la Corte o de la Iglesia. La Mona Lisa por un alumno aventajado que no utiliza la técnica de Leonardo, no sabemos si por imposición o por no saber utilizarla. Además, cree que hay ciertos errores en la perspectiva del paisaje, hay un notable error de fuga en el puente, que diferencia las obras, "esa diferencia está en milímetros, ahí radica la genialidad del maestro florentino", explica el periodista.
Por eso llega a afirmar el autor del libro que "en el museo de París está la idealizada por Leonardo y en el de Madrid está Lisa Gherardini, la Mona Lisa. Si se cruzasen las dos por la calle no se reconocerían. Una es una idealización, la Gioconda, casi una marciana, no es un ser real. La de Madrid es la real, la humana frente a la inhumana". Son pues dos retratos diferentes, no una copia una de la otra.
"La Mona Lisa madrileña hay que saber defenderla, ya que creo que no se está haciendo como se debía", apunta. Los franceses, como siempre muy suyos, no quieren compartir el estrellato con nadie, pero de ahí a relegar la obra en una esquina del museo del Prado es un error que no se debe hacer y eso no se debe a la falta de recursos que últimamente está sufriendo nuestra más querida pinacoteca. Los dos últimos años el presupuesto ha descendido un 30% cada ejercicio. De ahí que no nos extrañe que solo se puedan restaurar unas diez obras al año, una cifra que debería hacer enrojecer a los responsables políticos.
El libro está dividido en tres partes, con 21 reportajes distintos en un año de investigaciones como el autor apunta "no es un libro sobre historia del arte, sino sobre la historia del arte". También se muestra crítico con la labor de nuestros expertos e historiadores, "los historiadores en España no terminan de divulgar, como lo pueden hacer los británicos, por eso no llegan al ámbito más popular, se quedan solo para los expertos", apunta acertadamente el historiador y periodista. En pocas palabras, a nuestros historiadores "les falta alma y corazón, que pueda latir al mismo compás que los ciudadanos".
Cuando hace poco más de un año se dio a conocer el hallazgo, los medios de comunicación se hicieron eco del mismo, pero poco a poco se fue apagando sin que las autoridades e historiadores sacasen provecho para intentar una concienciación de nuestro patrimonio. La otra Gioconda de Peio H. Riaño intenta que nos concienciemos sobre el patrimonio nacional que está repleto de obras olvidadas y para eso opina que "la cultura no debe avergonzarse y agachar la cabeza por pedir dinero para rescatar tantas obras postergadas. Es cuestión de educación y cultura.
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