1952 fue un año muy importante para el Régimen. En Barcelona se celebró el Congreso Eucarístico, lo cual supuso, junto a los acuerdos con el Vaticano y los Estados Unidos y la incorporación a la UNESCO, una legitimidad internacional al régimen franquista. Si alguien creía que la democracia podía volver a instaurarse en España se equivocaba y además, por muchos años.
Precisamente ese año 1952 es el año escogido por las dos autoras para realizar un retrato del régimen político español y para ello utilizan el género de novela negra o policíaca, una forma para conocer cómo funcionaba una policía represiva, los bajos fondos lumpen y, también, la alta sociedad catalana, catalanista o no, en unos tiempos difíciles.
Con esos mimbres y otros más que no desvelaremos, Rosa Ribas y Sabine Hofmann han creado una obra reconocible y que seguramente tendrá continuidad. "Hemos querido que la novela no fuera plana, que tuviera densidad, varias capas y diferentes lecturas. Un trabajo que no esté hecho con prisas", nos dice Rosa Ribas en la conversación que Todoliteratura.es mantuvo con ellas. "Una novela a fuego lento", la califica la lingüista y escritora catalana. En la que han empleado tres años y medio de escritura y documentación. Nada pues ha quedado en el aire.
El trabajo a cuatro manos ha hecho que el texto haya quedado muy maduro y profundo. Las lingüistas se repartieron los capítulos y los personajes como buenas amigas. Cada una escribió en su idioma la parte que le correspondía, aunque antes planificaron juntas la trama y lo que iban a escribir. Posteriormente se intercambiaron los textos y cada una tuvo que dar su visto bueno. Los 100 kilómetros que las separan no les impidió que tuvieran algunas discusiones que mediante teléfono o skipe lograron solucionar. Sólo en dos o tres ocasiones no lograron estar absolutamente de acuerdo de ahí que decidiesen que cada escritora fuese responsable final del texto en su idioma. Rosa Ribas es la responsable final del texto en castellano y Sabine Hofmann de la versión alemana, que todavía no se ha publicado, pero están en negociaciones con una de las editoriales teutonas más importantes.
Las diferencias culturales en el trabajo enseguida se hicieron notar. Sabine, como buena alemana, es más metódica que Rosa. Sin embargo, en su relación había química, ya que nadie sabría diferenciar qué ha escrito una y qué ha escrito la otra, porque ese trabajo en común ha hecho que se compartiera muchísima más información e interactuasen la una con la otra y, además, el traducirse una a la otra ha hecho que no se les escapase nada, ni lo más superfluo, "ahí me di cuenta de que a los traductores no se les escapa nada", reconoce Rosa Ribas. Ha pasado pues la novela muchísimos filtros y eso se nota en la lectura. Ambas han quedado como responsable finales de las versiones en sus idiomas.
La protagonista de la novela es Ana Martí, una joven periodista de La Vanguardia, que tiene que ayudar al inspector Isidro Castro a resolver un crimen de una señora de la alta burguesía barcelonesa. Ana cuenta con la ayuda de su prima, más o menos lejana, Beatriz, reconocida filóloga depurada por el Régimen. En la novela, las mujeres ponen la inteligencia y el sentido común. Los hombres ponen la testosterona, el músculo y el instinto animal.
Ambas autoras querían que la protagonista fuese una mujer. Ana es, como su prima, una mujer culta, atrevida. Aunque tiene muchas limitaciones, se desenvuelve con la naturalidad de una mujer moderna, adelantada a su tiempo, una especie de Margarita Landi, mítica periodista de El Caso, ahora renacido en Internet. Pese a todo, al final también se tiene que manchar con el Régimen. Nadie se puede escapar a sus tentáculos, aunque se puede manejar por las lindes del mismo con dignidad.
"El conocimiento de lenguas tiene mucho peso en el desenvolvimiento de la novela. No quería que se convirtiese en algo parecido a la serie CSI", afirma la escritora nacida en el Prat de Llobregat. Huyen de los asesinos en serie como de la peste, no les interesan esos criminales, lo que realmente les interesa es "el cómo una persona normal se puede convertir en un asesino, qué serie de casualidades conducen a eso", reflexiona Rosa en la animada charla que sostuvimos. Su denominador común en la obra es la perspectiva psicológica de los protagonistas que consiguen de forma admirable.
Las dos autoras han conocido lo que es la posguerra. En el caso de Alemania, la reconstrucción económica fue muy rápida, en tan solo cinco años consiguieron un nivel de vida superior al de antes de la guerra. En España, los años del 1939 a 1952 fueron años de autarquía, de hambrunas, de cartilla de racionamiento, de frío en las casas, de leche en polvo americano, de medias de seda de estraperlo, de esconder las ideas y de feroz represión. Ese costumbrismo negro lo refleja de manera certera Don de lenguas.
Eso nos diferencia de Alemania, pero también hay similitudes, un pacto de silencio sobre las consecuencias de los regímenes dictatoriales no ha sido bueno. "En Alemania se ha tocado más el tema en las formas más absolutas, más brutales: nazismo, campos de concentración, pero no en los temas medios: colaboradores que no hicieron nada o miraron para otro sitio mientras se perpetraban crímenes de lesa humanidad. En España, durante la Transición ocurrió algo parecido y no se buscaron responsabilidades", cuenta Rosa Ribas.
La escritora catalana es una lectora acérrima. En sus viajes constantes siempre va acompañada por su ebook. "Levar un libro electrónico es otra forma de leer, comodísima y creo que si tiene un precio adecuado, los lectores lo usarán más. Lo que me apena es que no se valore el trabajo de los escritores y se descargue de forma gratuita, que no se tenga la sensibilidad para apreciar el trabajo creativo. Yo, como lectora, compro", reconoce la novelista.
Don de lenguas tiene mucho de la memoria histórica de Rosa Ribas: "preguntamos mucho a mis padres y otras personas diferentes cómo fue la vida en ese año, cómo era vivir en esa época, qué ofrecían los anuncios en los periódicos, cómo eran las radionovelas; con la ayuda de ellos y sus amigos captamos el sabor, el aroma de esa época", finaliza la escritora.
La novela sí tiene crímenes, sí tiene el aroma de la posguerra, sí tiene el gusto por el trabajo bien hecho, metódico pero efectivo, un trabajo que va creciendo en espiral, dándonos cada vez más claves, pero lo que más posee es un trabajo a fuego lento, con el sabor de las comidas tradicionales que se hacían sin prisas, por el mero deseo de hacerlo como se tiene que hacer. Y era complicado, ya que quitar la butifarra de las alubias para poner salchichas era un reto difícil y, sin embargo, lo han sabido cocinar.
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