La historia parte de un soldado mallorquín, Jerónimo Riutort, que vive los últimos años de la dominación española en Filipinas, la guerra con los Estados Unidos, el posterior conflicto filipino-americano y la repatriación a España, después de un largo cautiverio. Para documentarse, María Elena Llaneras ha tardado dos años y otros tantos para escribir la obra. El resultado es una novela sorprendente sobre unos acontecimientos por los que los españoles apenas han tenido noticias. Ya es hora de recordar nuestra historia, aunque nos duela. En la entrevista nos da muchas claves para saber más de unos hechos ocultos por la bruma filipina.
¿Por qué ese título? Parece un trabalenguas...
Un poco, pero es sólo de entrada. Después, con la lectura de la novela, se entiende el por qué. Un vilano es una brujilla. Me gustaba el contrasentido que implicaba ese "volar", que es más bien un dejarse arrastrar, para definir la historia y los personajes.
¿Cómo se te ocurrió la idea de viajar hasta Filipinas?
La verdad es que viajar hasta allí, al menos físicamente, no lo he hecho en ningún momento, pero no fue una elección al azar. Mi padre siempre me contaba la historia de dos hermanos, tíos de su madre: al más pequeño lo habían sorteado para ir a la guerra y el mayor se había ofrecido a ir en su lugar, pero después había empezado otra guerra y lo habían vuelto a sortear. Siempre tuve curiosidad por saber algo más, de hecho ni siquiera sabía cómo se llamaban los dos, ni en qué guerra exactamente habían luchado. No fue hasta que empecé a escarbar cuando me di cuenta de adónde me llevaba.
Pero pensaste en escribir una novela y no un libro de ensayo.
Siempre he querido escribir una novela. Creí que esta vez había encontrado un argumento capaz de obligarme a no dejarla correr, una historia lo bastante importante como para no dejarme dormir si lo hacía. Lo que no sabía era que me iba a llevar un poco de tiempo escribirla.
Un lugar tan lejano y a más de cien años de distancia, ¿habrás necesitado un esfuerzo considerable de documentación?
Sí, sobre todo porque cuando empecé a indagar sobre Jerónimo Riutort, el protagonista, me di cuenta de que no sabía nada sobre la guerra de Filipinas. He tenido la suerte de contar con gente que me ha ayudado muchísimo con la bibliografía, pero aún así he necesitado tiempo para trabajarla y ordenar los acontecimientos. Ha habido libros, pero también me he servido de copias de mapas del Observatorio de Manila, de planos de la época, de la ciudad y de algunos edificios públicos, y de fotografías, muchas fotografías que sirvieron para determinar por ejemplo cómo eran las fachadas que daban a la plaza de la Catedral, o las de la calle Escolta.
Por lo que dices parece más una lección de historia que una novela.
Es cierto que hay mucha historia con mayúscula detrás, pero he intentado que estuviera al servicio de la narración. Traté de no perder nunca de vista lo importante, y lo importante era Jerónimo, y ser lo más fiel posible a esos tres años de guerra, con sus batallas sí, pero también con su parte de aprendizaje y de camaradería.
Esta ha sido siempre una guerra olvidada ¿por qué rescatarla?
Más que a la guerra en sí, mi intención ha sido más bien la de rescatar a unos hombres de los que nunca supe nada y de los que tampoco se supo demasiado mientras tenía lugar. En la asignatura de historia la pérdida de Filipinas eran unos cuantos párrafos en el libro. Por eso me sorprendió ver que había habido más de un conflicto o un conflicto a tres bandas que acabó enfrentando a peninsulares, tagalos y americanos entre sí y que hizo caer presos a más de seis mil soldados. Creo que lo que más me abrumó fue esa cantidad de prisioneros que se vieron abandonados a su suerte, sin que nadie hiciera nada.
Si hablamos de la guerra de Filipinas lo más recurrente es pensar en el episodio de Baler, resulta curioso que pases de puntillas sobre el tema...
Hasta que decidí buscar a Jerónimo, la única gesta que conocía de la guerra era esa de los llamados Últimos de Filipinas. No fue hasta que empecé a leer sobre los prisioneros, su largo cautiverio mientras peleaban filipinos y americanos y su posterior repatriación, cuando comprendí que ellos habían sido en realidad los últimos.
¿Qué sabías sobre Jerónimo?
Los datos exactos son pocos: cuando nació, el batallón de cazadores al que iba destinado cuando salió de Mallorca, el número del batallón de artillería al que pasó después. En qué barco zarpó, cómo fue la travesía, su primer combate, pude inventarlo, pero la casualidad o la suerte hicieron que encontrara ese viaje en las memorias de un sargento extremeño y el primer combate en la filiación de uno de los sargentos mallorquines. El resto tuve que, más que fabularlo, adivinarlo casi.
Aunque dices en tu sinopsis que los personajes centrales son tres, hay varios más.
Por un lado están Jerónimo y los dos amigos que viajan con él desde Mallorca, además de Poblet, el catalán que se les añade por el camino. Después, el teniente Ruiz y sus compañeros y los filipinos con los que se ve envuelto: Bayani, el cabo Elías y Ninay y por último, el que para mí fue el mayor descubrimiento: el arzobispo fray Bernardo Nogales.
¿El arzobispo de Manila era un conspirador?
Sólo puedo hablar por mi personaje, fray Bernardo Nogales. Él sí que resulta bastante intrigante. En cuanto a Bernardino Nozaleda, el verdadero arzobispo de Manila, no sé quién era en realidad, aunque hay algo en ese episodio de la rendición de la ciudad a los americanos que apunta a que sabía más de lo que reconoció. Dudo que a un hombre tan inteligente se le hubiera escapado nada.
¿Cuál era tu intención a la hora de escribir este libro?
Contar la historia de un soldado que me ha acompañado desde la infancia, aunque nunca pude imaginar que llevara tanta detrás. En parte siento que he pagado una vieja deuda.
¿Qué puede tener este episodio antiguo que interese al lector de hoy?
Espero que todo. No sólo por bucear un poco en la historia con mayúsculas. Es una historia de aventuras, con episodios emocionantes, siempre con el contrapunto frío de fray Bernardo, aunque para mí siempre será la consecuencia de la decisión de un hermano mayor que se ofreció para ir a la guerra en lugar de su hermano pequeño.
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