Pedro Sorela, escritor y profesor universitario
Profesor en la Universidad Complutense de Madrid, entrevistador y reportero en la sección de Cultura de El País y comentarista de libros, además de columnista; tuvo claro desde siempre que esa profesión suya era un mero accidente, que lo que realmente quería ser era escritor. En un momento dado abandonó el periodismo y se dedica a la docencia y a la literatura. El sol como disfraz es su séptima novela, pero también ha cultivado géneros como el relato, el ensayo y la literatura infantil y juvenil.
Entrevistarle no es fácil, ya que se conoce todos los entresijos del género. De los muchos escritores que ha conocido y entrevistado se queda con Leonardo Sciascia. Cuatro días compartió con él, para luego escribir poco más de tres folios, cuando podría haber escrito un libro, cosa que hizo con otros narradores como García Márquez, Faulkner, Borges, Stendhal, Shakespeare y Saint-Exupéry, por el que siente una especial predilección y que según él, y tiene toda la razón, va mucho más allá que El principito. Obras como Vuelo nocturno o Piloto de guerra, aunque breves, o mejor como él mismo dice “no son obras breves, son muy depuradas”, tienen una majestuosidad aplastante. De los autores españoles se queda con Jorge Semprún.
Salvado el vértigo del entrevistador entrevistado, que ahora está al otro lado de la barrera, su afabilidad y bonhomía le hacen una persona cercana a la que le encanta explicarse y explicar todos los entresijos de “El sol como disfraz”, siempre de un modo profesoral. El libro es muy periodístico que habla de periodismo y de periodista. “No estoy hablando de nadie, estoy hablando de periodismo. He hecho todo lo posible para que no haya similitudes”, explica Pedro Sorela. Y es casi cierto al ciento por ciento. Y es un acierto porque convertir el libro en una narración de acontecimientos reconocibles hubiese quitado valor a la narración y habría dado cancha al morbo de la profesión.
Huye de ello, pero el reportero que se queda en Bagdag durante la primera guerra del Golfo, sin teléfono por satélite y sin poder mandar las crónicas al periódico puede ser fácilmente identificable, la desbandada de enviados especiales fue uno de los más tristes episodios del reporterismo y las justificaciones que dieron fueron más que penosas, por eso, acierta Pedro Sorela cuando dice que ya se hacen esas crónicas de guerra con formularios en los que sólo hace falta rellenar casillas con la hora y el lugar de esas batallas o golpes de estado o tomas de ciudades.
El sol como disfraz pretende reflejar los males de un periodismo lleno de tópicos, que se ha convertido en un cajón de sastre sin definir. Lo que sí refleja a la perfección son los tipos de periodistas que se dan en una redacción: el joven recién llegado que se quiere comer el mundo, la chica con cierta experiencia que guarda bastantes secretos, el periodista veterano que ya está de vuelta de todo y el director de periódico, que llega a él de forma coyuntural y renueva y da la vuelta a un diario apolillado. Ser el yerno del dueño le abre la puerta de un periódico cuyo lema es “Informar para ser libres”, pero que en su inicio era una tapadera para que el antiguo propietario se pudiese encontrar con una vicetiple de Albacete, una situación con mucho de las películas de Berlanga.
"El sol como disfraz" gira entorna a la sección de Cultura de un prestigioso periódico
La novela gira sobre la sección de Cultura y los protagonistas se van dando el testigo unos a otros en la narración, pero siempre hay alguno que pide más protagonismo como Picasso, el director, o el joven Daniel. El entorno que está alrededor de la cultura es el eje de El sol como disfraz. “El periódico como tal está en crisis porque la cultura está en crisis”, afirma rotundo el escritor. Si un periódico potenciase su sección de cultura le iría mejor, las otras informaciones de las que escribe el periódico cuando las leemos ya las hemos oído en la radio o ya las hemos visto en la televisión. El periódico quizá debería derivar hacia temas más culturales, “a hacer cultura de verdad”, dice Pedro Sorela y añade: “antiguamente los periódicos estaban hechos por grandes escritores”.
Con las nuevas tecnologías el periodismo está cambiando, pero igual le sucede a la literatura. Si un libro se publica en España, en Colombia se enteran al día siguiente y por la Internet pueden pedirlo ese mismo día. La tecnología acerca conocimientos y acontecimientos, la lástima es que los grandes diarios “están gobernados por periodistas de mente muy estrecha, que tienen un rollo muy funcionarial. Gracias a la Internet, se están derribando muchas barreras, muchos compartimentos estancos”, explica el narrador.
Si el periódico como tal está en crisis, la educación no digamos, “la pelea está en los colegios, en los planes de educación. Como se siga así, en unos años los jóvenes no van a leer ni a Pérez-Reverte ni a Harry Potter”, señala el profesor universitario y eso que él sabe de primera mano que los estudiantes siguen siendo listos igual que siempre, sólo que lo que les enseñan no es lo adecuado. Así no se hace un país. No se fomenta la lectura y la televisión tiene mucha culpa. “En mi casa nunca hubo televisión”, recuerda. La televisión castra la imaginación, la ensoñación. Aleja el aburrimiento y éste es crucial en la imaginación de un niño. Groucho Marx dijo precisamente lo contrario sobre la televisión, algo así como la televisión es cultura, cuando veo una, la apago y me pongo a leer un libro.
El sol como disfraz tiene una larga gestación de más de tres años. “La quise escribir toda mi vida”, apunta. Tiene mucho de él pero también quiere evitar las referencias personales, no quiere que sea reconocible y lo que sí quiere es que valga para reflexionar a través de su propia experiencia porque no cree que existan otro tipo de novelas que no sean autobiográficas. Es un texto lleno de imaginación y para él esa imaginación es “el manejo libre de la memoria” y Sorela sí tiene memoria. Lo que no hay son lectores. “Los libros más vendidos suelen ser de auto ayuda”, aclara.
En el libro hay imaginación, pasión, cotidianidad y humor. Ingredientes que harán que los jóvenes y los no tan jóvenes lean. Hacerles evocar paisajes, acontecimientos y situaciones es fundamental para desarrollar esa imaginación dormida. Algunos, aunque pocos, creemos como Pedro Sorela que la lectura es lo mejor del mundo ¿o es lo segundo?
Entrevistas
Puede comprar el libro en: